The Morning Show, información o negocio
Hay una regla no escrita pero esencial en la profesión periodística, y es que el informador no debe ser parte de la noticia. Debe ser el transmisor de los hechos acontecidos, del modo más riguroso posible y sin implicaciones subjetivas que pudieran distorsionarlos. Pues bien, olviden este principio de corte deontológico si deciden ver The Morning Show. Opción muy recomendable, por cierto. Desde el primer capítulo, centrado en los avatares del equipo de producción y redacción informativa del matinal de referencia de la ficticia cadena UBA, el foco de la actualidad se fija en los protagonistas de la serie, a la vez periodistas y noticia de portada.
Inevitable concederle el protagonismo al reparto: Jennifer Aniston, Reese Whitherspoon y Steve Carell. Aunque ello suponga cometer el desmán ético antes comentado. La gran mayoría de las noticias que generan, y que vertebran cada una de las tres temporadas (la cuarta está en camino), no son poca cosa. Algunos de los temas tratados son de enorme calado dramático. O de una controvertida complejidad. Así, se aborda el tema de los abusos sexuales en el entorno laboral, la brecha salarial de género o los prejuicios raciales en los medios. También conflictos personales que trascienden los límites de la ética profesional hasta invadir terrenos federales, el espionaje industrial en operaciones financieras multinacionales, OPAs agresivas o estrategias de márquetin rayanas en lo ilegal, entre tantas otras. Siempre relacionadas con y desarrolladas en el ámbito de los grandes e influyentes medios de comunicación del sector audiovisual norteamericano.
Entretenimiento y actualidad informativa
Se trata de un producto original de Apple TV+, y su mayor virtud es el difícil y arriesgado equilibrio entre la futilidad de los caprichos de un puñado de pijos divos y la trascendencia social, política y económica de los hechos narrados. Unos argumentos de absoluta e inquietante actualidad, que incluyen fenómenos o momentos históricos como la pandemia de la COVID, el asalto al capitolio o los devastadores incendios de Los Angeles. Una inmediatez que otorga veracidad y relevancia a las ficciones, que por ello resultan más efectivas y convincentes.
Otra de las ventajas de The Morning Show es que tiene esa infrecuente cualidad narrativa de no necesitar explicaciones sesudas, excesivas, a pesar de la complejidad de muchos de sus argumentos. Unas tramas que pueden seguirse y disfrutarse desde la superficie formal del relato. Sin necesidad de entender exactamente el fondo. Algo así como lo ocurrido con la imprescindible Succession, por poner un ejemplo reciente. Sabemos bien en todo momento lo que está pasando, y las consecuencias de un desenlace u otro, sin tener que dominar la jerga bursátil o los dialectos financieros empleados en una junta de accionistas.
Ligereza y profundidad
De este modo, y desde la aparente ligereza de un entretenimiento con ciertas concesiones al glamour comercial, The Morning Show se convierte en un producto con más enjundia de lo que aparenta. Es una evidencia más de la calidad e interés de los productos televisivos auspiciados o habitados por Reese Whitherspoon (Little Big Lies, Little Fires Everywhere). Así como un escaparate para que Jennifer “Rachel” Aniston demuestre que puede ser algo más que la coqueta y encantadora superviviente de “Friends”. Y lo demuestra.
Y ya a título anecdótico o como bola extra a lo dicho hasta el momento de la serie que nos ocupa, hay que señalar el carismático protagonismo en la tercera temporada de Jon Hamm. El protagonista de la formidable serie Mad men. Otro título de referencia para todos aquellos interesados en la publicidad, el márquetin, la competencia comercial y las tramas financieras. Eso sí, en los años 60. Un referente televisivo del entretenimiento y un auténtico documento de los inicios de la publicidad. Hoy una de las industrias capitales de la economía mundial.