«¡Siempre el dinero!», novela didáctica sobre economía básica
El concepto de este libro es extraño. El género es la novela, no hay duda, pues utiliza una historia de ficción para desarrollar sus planteamientos, aunque estos linden con lo que bien podría considerarse un libro de texto. Una especie de cuento didáctico sobre los preceptos básicos de la economía.
Una intención que en ningún momento se oculta en esta edición de Anagrama, que bajo el exclamativo título ¡Siempre el dinero!, incluye un significativo subtexto: Una novelita sobre economía que, de algún modo, con el diminutivo, le resta trascendencia a las posibles pretensiones literarias.
Una fórmula reincidente en la trayectoria del autor alemán Hans Magnus Enzensbergerer, cuyo terreno de creación literaria habitual es la poesía y el ensayo, pero que ya hizo otra incursión pedagógico-ficticia con su aclamado El diablo de los números, que con idéntico estilo narrativo, entre la fábula aritmética y la lección magistral para todos los públicos (lo mismo puede decirse del libro que nos ocupa), explicaba los conceptos básicos de las matemáticas a nivel escolar.
¡Siempre el dinero! es una historia familiar. Con sus luces y sus sombras, en cuanto a las relaciones que se establecen entre sus miembros, las cuales se ven condicionadas por la presencia de una tía rica con propensión pedagógica, que tiende a explicar a sus sobrinos porqué pasa lo que pasa en la cotidianidad económica de nuestras vidas. Desde la inflación de los países, a la quiebra de las empresas o los despilfarros personales, pasando por las herencias familiares, los alquileres, las pensiones o el dinero de bolsillo. Todo integrado en una dinámica de reuniones familiares casi vodevilesca. Con un lenguaje sencillo y ameno. Entretenido, aunque sin pretendida comicidad, y asequible tanto a la comprensión de cualquier edad como a los más limitados conocimientos en materia económica.
Personalmente pienso que los objetivos se cumplen más y mejor en El diablo de los números. Resulta más ingenioso y fascinante en sus planteamientos fantásticos. ¡Siempre el dinero! me resulta algo forzado. Se le ven las costuras, las intenciones, y la vía literaria queda relegada a categoría de excusa. De formato necesario para ser un pasatiempo en vez de una conferencia. Pero no resulta aburrido en absoluto. Es una lectura amable que puede resultar de lo más útil. Y eso no es poco.
Las ilustraciones de Javier Mariscal apenas aportan nada a la edición. Puro relleno y reclamo comercial para quienes aún recuerdan al Cobi olímpico con cariño, pues la verdad es que los dibujos no distan mucho de aquel personaje.