San Valentín puede ser tan barato como romántico
En este artículo os ofrecemos unos cuantos consejos para evitar que el bolsillo se resienta y pueda empañar tan emotiva jornada. Eso sí, si alguien piensa que su pareja está con él por su dinero, ya puede dejar de leer este artículo.
El fuego de un hogar es más barato que la calefacción a pleno rendimiento, las velas cuestan menos que la luz eléctrica y cenar en casa es infinitamente menos caro que hacerlo en un restaurante (y más la noche de San Valentín). De modo que ahí van, en un solo párrafo, al menos tres consejos que supondrán un considerable ahorro.
El amor no se mide en euros. Así que un detalle puede ser inmensamente más eficaz que un regalo caro, siempre que se enfoque como toca; para ello es fundamental un principio básico que no todo regalador tiene en cuenta: hay que pensar en todo momento en tu la pareja, ¿qué le haría ilusión de verdad? ¿de qué disfruta con asiduidad? ¿ha hablado últimamente de algo que le entusiasme especialmente? Dedica el tiempo que haga falta pensar y regala pensando en el otro. Este principio, por obvio que puede parecer, se vulnera con más frecuencia de lo que parece.
La sorpresa, en estos casos, es ya un primer regalo, pues denota no solo que te has acordado, sino también que te has esforzado en convertir el día en algo especial. Y una sorpresa no tiene porqué costar dinero. Esperar en casa, con iluminación tenue, con música de fondo, con la mesa puesta y la cena preparada – nunca servida-, y una copa de vino o cava como recibimiento. Una puesta en escena que tanto sirve para ella como para él.
Tele apagada, desde luego. Móviles desconectados y teléfonos fijos descolgados. La noche es para dos.
El resto de la decoración es a gusto de cada uno. Conviene saber como le gustaría encontrarse a tu pareja el ambiente, porque si no puede pasar que lo que tenía que ser emotivo y bonito sea empalagoso y ridículo. Es decir, si es vuestro primer San Valentín conviene no arriesgar mucho en este capítulo (flores, pétalos en los platos, exceso de iconografía romántica…).
En cualquier caso, para quienes no sean muy imaginativos ni demasiado manitas, os recomendamos buscar ideas originales en webs como ésta, porque aunque sean prestadas os permitirán atribuiros el mérito y ayudarán a sorprender al enamorado.
Cuidado con las tarjetas de San Valentín. La oferta es infinita (compradas o por hacer) y pueden ser un hermoso detalle, pero siempre flirtean con los excesos y es muy fácil caer en la cursilería. Una vez más, solo tú conoces a tu pareja y puedes valorar con acierto la conveniencia de una u otra nota.
Antes de hablar de los regalos románticos, cabe reflexionar acerca de la necesidad de hacerlo. Tal vez el detalle de lo narrado hasta el momento sea más que suficiente. El grado consumista de cada cual también es algo que deberá valorar cada uno.
Una cena de regalo
Un buen presente puede ser la cena en sí misma. La puesta en escena puede considerarse un esfuerzo romántico, pero la cena es ya algo tangible que entra en la categoría de regalo. Y no tiene que ser cara para ser buena. Buscar recetas apropiadas – y baratas- para una noche tan señalada es fácil en Google, pero además siempre hay amigos con ideas sencillas y eficaces. No descartemos siquiera pedir el favor de que algún amigo o familiar nos cocine para una noche tan señalada. Siempre será más barato pagar los ingredientes que una cena completa en un negocio de comida preparada, que es otra buena opción, siempre más barata que un restaurante.
En cualquier caso, siempre un presente confeccionado por uno mismo será por definición más personal y, por lo tanto, más romántico, sincero y barato. Una magnífica combinación.
Para acabar dos consejos. Uno para el año que viene, pues éste ya no hay tiempo. Compra meses antes de San Valentín (no en Navidad, desde luego) y te ahorrarás mucho dinero. Los precios se disparan. Y otro para cualquier año: jamás regales dinero.