Reciclaje creativo para ahorrar en vez de tirar: Botes de cristal
Hacer ceniceros, por ejemplo, es una opción rápida y sencilla. Aunque hay que hacerlos con cuidado y con las herramientas adecuadas para no hacerse daño. Así, si tenemos un recipiente de base gruesa, bastará con cortar el vidrio a unos cinco centímetros de altura y podemos tener elegantes ceniceros de tantos colores como colores tengan nuestros botes. Pero para ello es imprescindible contar con unos guantes gruesos, con un contador de vidrio manual y con papel de lija grueso para pulir el vidrio tras el corte. De lo contrario es fácil cortarse.
Aún más fácil es hacer elegantes farolillos de jardín. Los mejores botes para ello son los que tiene la boca más ancha y hendiduras de rosca para la tapa, y son más chatos que altos. Utilizando como guías las hendiduras se rodea el cuello con cuerda de esparto, y por los extremos se atan al porche o al emparrado o a las ramas de un árbol, dejándolos en suspensión (ver el ejemplo en la foto). En su interior se colocan velas chatas, y encendidas dotan de una calidez e intimidad inigualable al ambiente de una cena.
Pero si en casa somos más prácticos, aún hay otra aplicación muy útil, y en este caso aprovecharemos incluso la tapa metálica de los botes, que se convertirán en cómodos recipientes para ordenar y guardar los clavos, tornillos, tacos y otros pequeños elementos que suelen perderse por la caja de herramientas o por los rincones del taller en cajas y bolsas de cartón y plástico que acaban agujereadas. La manera más práctica de hacerlo es clavar la tapa metálica a una superficie de madera, que tanto puede ser la parte de debajo de una balda o el mismo techo de la estancia, si no es muy alto. La cuestión es que al enroscar el bote a su tapa (no la tapa al bote), éste queda colgado y no ocupa lugar en las estanterías. Algo muy apreciado por cualquier manitas. Y además, de un solo vistazo (ya que son botes transparentes) ves que clavos o tacos necesitas para cada trabajo.
Y ahora, tal y como avanzábamos en la primera entrega de Reciclaje creativo para ahorrar en vez de tirar, nos pasamos al plástico. Concretamente a las botellas y garrafas, que también pueden gozar de una segunda vida una vez vacías, aunque el plástico sea desechable. Son fáciles de cortar (hacerlo con sumo cuidado, eso sí, y pulir con lija los bordes una vez cortados), y resultan de lo más práctico para “almacenar el día a día infantil”. Las garrafas más grandes, cuya base es más ancha, son ideales para guardar los juegos de piezas, los de construcción, los puzles, etc. Juegos todos ellos que por lo general, una vez sacados de su caja original y desmontados, ya no vuelven a caber ella, donde venían casi enlatados.
Por su parte, las botellas de plástico, seccionadas por la línea de tres cuartos o por la mitad (depende del objetivo de la operación), son excelentes botes para poner bolígrafos, lápices o las pinturas de los niños, las tizas o las ceras. Aunque hay que reconocer que aún mejores para ello son las latas de 33 cl. Basta con quitarles la cara superior con un abrelatas (y pulirlas, pues cortan muchísimo), y después pueden forrarse o pintarse a gusto de cada uno. También las botellas pueden decorarse, por supuesto. Y todo ello sin gastar un euro.
Continuará…