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McMillions o el escándalo del Monopoly amañado de McDonalds

Fue un escándalo monumental en los años 90. McDonalds, multinacional de referencia en los Estados Unidos (y más o menos también en el resto del mundo), tenía un concurso millonario ligado al consumo de sus productos. Nada menos que el famoso Monopoly, adaptado a las hamburguesas y otras consumiciones de la cadena fast food. Y el premio podía ser de hasta un millón de dólares. Aunque  nadie ganara más de unas patatas fritas gratis. Al menos nadie que no estuviera en el ajo de uno de los fraudes más sonados de los últimos 30 años, destapado por el FBI gracias a una llamada anónima. Un caso narrado con todo detalle en el interesantísimo documental McMillions, que puede verse en la plataforma HBO.

No se trata de un documental al uso, aunque respete las pautas habituales del género, con entrevistas e imágenes de archivo. La intención es convertir este documento real en un relato de intriga, a la antigua usanza de las películas de investigadores, dosificando la información, presentando nuevos e inesperados testimonios, e incluso teatralizando algunos episodios de los que no se disponen imágenes reales (recurso discutible y ciertamente sensacionalista, pero muy eficaz en este caso). Y así se consigue un documental seriado (seis capítulos) tremendamente dinámico, inesperado, e incluso cómico en su vertiente sarcástica, aunque esté planteando y destapando una estafa millonaria, que no es para tomarse a broma. El amaño de un buen número de premios millonarios para que recayeran en personas seleccionadas, que después lo compartían con los estafadores.

Pero más allá de las artimañas narrativas y formales antes reseñadas, el secreto del éxito de esta serie es la selección de los personajes entrevistados, cuyos carismas o estrafalarias personalidades hacen pensar incluso si no son producto de un casting o de la imaginación de un guionista. Cuesta creerse que haya algún agente del FBI tan bobalicón y a la vez engreído como el que destapó el caso gracias a un post-it ajeno; o que algunos de los ganadores amañados fueran auténticos clichés del americano medio de las comedias hollywoodienses. Algunos diálogos merecen un premio al mejor guión original, y resulta que son reales, entrevistas a delincuentes o a sus familiares, que no dudan en incriminarles, entre otras muchas cosas. En suma, una impagable galería de personajes increíbles brindados por la vida real.

Y al final, por supuesto, la resolución del caso que, dicho sea de paso, se nos revela con demasiada antelación, haciendo que el último capítulo cojee algo en lo que se refiere a la dinámica de la intriga. Pero menudo plan había urdido el responsable. Un auténtico fenómeno, cuya vida resulta casi tan apasionante como su delito.

Por cierto, y solo para los malpensados (yo era uno de ellos), McDonalds no tuvo nada que ver. Fue la víctima del fraude, y la principal colaboradora del FBI.

 

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