McMillions o el escándalo del Monopoly amañado de McDonalds
No se trata de un documental al uso, aunque respete las pautas habituales del género, con entrevistas e imágenes de archivo. La intención es convertir este documento real en un relato de intriga, a la antigua usanza de las películas de investigadores, dosificando la información, presentando nuevos e inesperados testimonios, e incluso teatralizando algunos episodios de los que no se disponen imágenes reales (recurso discutible y ciertamente sensacionalista, pero muy eficaz en este caso). Y así se consigue un documental seriado (seis capítulos) tremendamente dinámico, inesperado, e incluso cómico en su vertiente sarcástica, aunque esté planteando y destapando una estafa millonaria, que no es para tomarse a broma. El amaño de un buen número de premios millonarios para que recayeran en personas seleccionadas, que después lo compartían con los estafadores.
Pero más allá de las artimañas narrativas y formales antes reseñadas, el secreto del éxito de esta serie es la selección de los personajes entrevistados, cuyos carismas o estrafalarias personalidades hacen pensar incluso si no son producto de un casting o de la imaginación de un guionista. Cuesta creerse que haya algún agente del FBI tan bobalicón y a la vez engreído como el que destapó el caso gracias a un post-it ajeno; o que algunos de los ganadores amañados fueran auténticos clichés del americano medio de las comedias hollywoodienses. Algunos diálogos merecen un premio al mejor guión original, y resulta que son reales, entrevistas a delincuentes o a sus familiares, que no dudan en incriminarles, entre otras muchas cosas. En suma, una impagable galería de personajes increíbles brindados por la vida real.
Y al final, por supuesto, la resolución del caso que, dicho sea de paso, se nos revela con demasiada antelación, haciendo que el último capítulo cojee algo en lo que se refiere a la dinámica de la intriga. Pero menudo plan había urdido el responsable. Un auténtico fenómeno, cuya vida resulta casi tan apasionante como su delito.
Por cierto, y solo para los malpensados (yo era uno de ellos), McDonalds no tuvo nada que ver. Fue la víctima del fraude, y la principal colaboradora del FBI.