Malmenats, o los estragos de la crisis en movimiento

Con el título de Malmenats se estrenó en septiembre en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Tàrrega (Lérida) esta obra que ahora hace gira por diferentes escenarios españoles a la espera de traspasar fronteras hacia la vecina escena francesa, donde la compañía MAO es siempre bien recibida y muy aplaudida. Hasta el momento habíamos visitado y revisado multitud de disciplinas creativas que han tomado la crisis como excusa o como fuente de inspiración para construir obras literarias, cómics, montajes teatrales o películas, pero la danza y el movimiento  coreográfico aún no habían tenido cabida en nuestra página, a pesar de que también algunos de sus artífices se han preocupado por los estragos sociales de esta depresión financiera, que nos ha zarandeado en los últimos años. De modo que es de justicia hacerlo, por eso hemos elegido el último montaje de MAO (siglas que esconden a la coreógrafa Mariantònia Oliver, cabeza pensante y visible de la agrupación).

Malmenats es un término catalán que viene a significar “maltratados”, y que se utiliza aquí como título y también como declaración de intenciones artísticas en su más amplia acepción, pues viene a compendiar como material creativo todas las consecuencias que pueden derivarse de una situación de crisis global como la actual, y que degradan al ciudadano tanto económica como moral y éticamente, a partir de la evidente pérdida de valores asociada a / provocada por la misma.

MALMENATS cartell
Todo ello transmitido a través de sensaciones y emociones, y nunca en pos de una lógica narrativa que no tiene lugar en el lenguaje del movimiento o la danza contemporánea. Pura espontaneidad, coreografías imperfectas de arrítmica sincronización, despreocupado vacío escénico, gesticulación estática y a veces atlética, miradas que bailan y cuerpos que se pelean, emociones, comedia, tristeza, soledad, pasión, incomprensión… creatividad, en suma. Mucha y sin letra. No hay nada que entender, sino dejarse impregnar de la propuesta. Abrir los sentidos a las sensaciones sin hacerse preguntas, sin expectativas argumentales, sin prejuicios estéticos ni estilísticos; dejarse llevar por la música y, también, por la no música; empatizar con los cuatro “malmenats”. Actores no necesariamente bailarines, aunque todos bailan y actúan. Artistas del movimiento.

Del espectáculo sales con muchas preguntas. Pero no sobre el montaje, sino a consecuencia de él. Porque remueve conciencias, porque estimula, y porque esconde muchas lecturas adheridas, vinculadas, sugeridas. Es lo que tiene la libertad, cuando va ligada al arte, que cuando es auténtica,  la vive cada uno a su manera. Nunca es la misma, pero todo el mundo la disfruta por igual. Plenamente, sin ni siquiera tener la necesidad de buscarle un sentido lógico a lo visto.

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