Magical girl o los daños colaterales de la crisis laboral
El horror es insuperable cuando se presenta despojado de todo artificio; en crudo, sin efectismos, a cara descubierta y sin excesos formales, con un realismo cotidiano que lo hace posible, auténtico, cercano. Magical girl es formidable, en términos cualitativos, pero es insoportable, tremenda. Un trallazo emocional sin concesiones. Es hiriente, dolorosa. Casi da miedo, porque es creíble. Puede pasar, y seguramente pasa. Por aquello de que la realidad supera la ficción. Y todo en voz baja, a ritmo pausado, teñido de desesperado dramatismo. El terror provocado por la necesidad, el dolor como consecuencia de otros dolores. Y todo absolutamente explícito, aunque en un discreto y respetuoso off, que evita sensacionalismos innecesarios. Se agradece y se aplaude. La austeridad como vía dramática en su vertiente más sobrecogedora. De una eficacia absoluta que sacudirá sensibilidades y alguna conciencia. Aunque la película no busque nunca la identificación ni la complicidad con el monstruo. ¿Monstruo? ¿Qué monstruo? Tal vez si lo consiga a pesar de todo. Empatía con el mal. Yo soy yo mi mis circunstancias, dijo aquel. Y a veces las circunstancias son terribles.
¡Qué gran película! Fascinante. Bien escrita, mejor dirigida e interpretada con una pausa escalofriante. Contundente. Hermosamente dura. Hay que seguir de cerca a este Carlos Vermut, que no debuta pero casi (Diamond flash se estrenó on-line en 2011 y fue tildada de magistral e inclasificable).
Si La soledad de Rosales ganó el Goya al mejor film y Marián Álvarez el de mejor actriz por La herida, en la misma órbita Magical Girl debería ganarlo todo y más.