Los latidos del corazón podrían ser nuestra contraseña más segura

Todos los expertos en ciberseguridad nos recomiendan cambiar de contraseña cada cierto tiempo, y no usar ninguna que resulte obvia por fechas o nombres conocidos. Y es que se trata de la llave de la puerta de entrada a las entrañas de nuestra intimidad tecnológica: móvil ordenador, cuentas bancarias, etc. Pero tal vez esto cambie en breve, pues un equipo de investigadores estudia la posibilidad de convertir nuestros latidos del corazón en la contraseña más segura posible, por cuanto cada corazón late a un ritmo y con una frecuencia diferente, y eso nos hace únicos. Más incluso que las huellas digitales, el iris de nuestros ojos o la voz.

Cada persona tiene una cadencia diferente en sus latidos

Las herramientas basadas en biometría son cada vez más utilizadas en campos como la seguridad, y parece que nuestro corazón se perfila como nuestro mejor aliado en cuanto a privacidad se refiere. Y es que cada persona tiene un latido propio, que puede analizarse como si fuera una onda de sonido única que nos diferenciaría a todos y sería imposible de sustituir o de replicar.

Latido exclusivo

Esa cualidad diferenciadora podría significar que algún día podamos desbloquear nuestro teléfono móvil con el sonido de nuestro corazón. Y es que cada uno tiene su propio ritmo, tono y timbre, y esa exclusividad es la que está haciendo que investigadores de la Universidad Carlos III,  junto con la Shahid Rajaee Teacher Training University de Irán, estudien la manera de medirlos con pulseras o relojes inteligentes que midan nuestro algoritmo de identificación. Un proyecto ya bastante avanzado, aunque quedan factores por resolver, pues los latidos de cada persona varían según su estado de ánimo o la situación en la que se encuentre. No late igual el corazón cuando estamos en reposo o cuando corremos, cuando estamos nerviosos o relajados. Aunque se trata siempre del mismo corazón, único e irrepetible. 

 La idea es leer el electrocardiograma de cada persona como si fuera una partitura musical, donde puede advertirse la dinámica, el ritmo, el timbre, el tono y la tonalidad. Y la combinación de todos estos parámetros individualiza cada latido con una precisión de hasta el 96’6%.

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