Los fenómenos: crónica del ladrillazo

Cartel de la películaMucho me temo que, aunque los indicativos sociales y los portavoces del Gobierno en el Congreso anuncien con convicción el principio del fin de la crisis que ha asolado el mercado y nuestros bolsillos, el tema va a inspirar artistas durante años, e igual que aún se hacen películas de la Guerra Civil, la depresión económica va a seguir visitando periódicamente nuestras pantallas durante una buena temporadita. Y tal es el caso de Los fenómenos que, producida por el actor Luis Tosar, viaja a los inicios del “ladrillazo”, que fue el primer e inequívoco síntoma de la crisis, cuando reventó el sector de la construcción y con él la burbuja inmobiliaria. Una crónica social que para la ocasión pone el foco sobre el caso concreto de una mujer (convincente y robusta Lola Dueñas), que en el umbral de la debacle, a raíz de un conflicto familiar (le abandona su pareja con un niño pequeño), busca y encuentra trabajo en la obra, como peón femenino. Un hecho que no solo supone una rareza sino también una fuente de conflictos sociales de corte machista, que acabarán por diluirse (como casi todo en la película) cuando se imponga la insostenible situación laboral que a todos afecta por igual. Un planteamiento que sirve de base sobre la que construir un fresco social con vocación de denuncia, pero que pese a su bienintencionada propuesta se queda en nada – o en poco- al no superar nunca lo que vendría a ser una colección de enunciados. Y es que nunca llega a profundizar en ninguno de ellos. La mencionada burbuja, el fraude fiscal, los trabajadores ilegales, los recortes, la laxitud de los bancos en la concesión de hipotecas de riesgo, las letras abusivas, los desahucios, etc. Todos están, pero hacen poco ruido. Sugeridos, pero apenas explicados. Sin verdadera entidad dramática. O al menos no con la contundencia que exige el tema. Y sobre todo con notables precedentes tan obvios como el de aquellos Lunes al sol de Leon de Aranoa (que el director Alfonso Zarauza se sabe de memoria) o la más reciente Cinco metros cuadrados de Max Lemcke, cuya escena del promotor fraudulento (Gutiérrez Caba) cenando en un lujoso restaurante cuando adeuda las nóminas está prácticamente  reproducida en este film.

Los fenómenos, insípida, aunque muy correcta en todos los aspectos, es como si sus responsables hubieran ido a poner una denuncia y se hubieran olvidado de hacer constar los motivos. O de subrayarlos, al menos. Está claro lo que quieren transmitir, pero no lo hacen. Apenas lo dicen. Lo sugieren. Y claro, el conjunto resulta tan evidente como fallido. Ni siquiera indigna demasiado. Y eso no puede ser, dadas las circunstancias.

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