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La economía en el cine… «El fundador»

Se hace difícil empatizar con un film que ensalza la figura de quien montó un imperio fagocitando ideas ajenas y, no satisfecho con ello, se cercioró de la manera más mezquina de hacer leña del árbol caído, para que sus legítimos propietarios no pudieran rehacerse e intentar recuperar lo que siempre fue suyo. Algo que convierte a Ray Kroc, creador de la billonaria franquicia McDonald’s, aunque no de la idea ni del sistema empresarial de éxito, en un ave de rapiña más que en un tiburón de las finanzas. Un emprendedor sin escrúpulos ni ética ni moral alguna, capaz de cimentar su éxito profesional sobre el cadáver (empresarial, se entiende) de cuantos se cruzaron en su camino. No sin antes robarles las ideas que le podían ser útiles y beneficiosas. Y no sólo actuaba así en el terreno laboral, sino también en el sentimental, pues su esposa y su socio fueron igualmente víctimas de su indiscriminada voracidad – film dixit-. No crean por tanto que se trata de una diatriba personal y subjetiva de quien esto subscribe, sino del argumento de la película, que así lo explica pormenorizadamente, incluso con imágenes documentales y cortes de voz del auténtico Kroc vanagloriándose de lo hecho. De sus estrategias para llegar a lo más alto de la cadena social alimenticia. Metáfora que nos viene que ni pintada.

Carátula de El fundador

Ignoro si la película cuenta con la aprobación, la simpatía o incluso con la colaboración de la multinacional de comida rápida en su producción (a ratos parece un publirreportaje), pero se intuye que sí, al menos por los mencionados audios y las fotografías del final, que parecen sacadas de un álbum familiar, y que autentifican la veracidad de los hechos casi con intención documental. Y la verdad es que tal vez ese hubiera sido el camino más interesante, el del documental, pues al fin y al cabo es todo un imperio el que montó Kroc robando la idea, el modelo y hasta el nombre a los hermanos McDonald. Pero como película biopic resulta esquemática, insípida, áspera y algo espesa. Nunca apasiona el periplo del vendedor mediocre convertido en ciclópea sanguijuela empresarial, pues al film le falta ingenio visual y algo de intensidad dramática en el biorritmo de los personajes, que parecen meros espectadores de la construcción del susodicho imperio. Ni Michael Keaton consigue insuflarle al personaje de Kroc el carisma necesario, ni el resto de intérpretes parece encontrarse demasiado cómodo en sus roles, que acaban por liquidar con oficio y por la vía rápida, sin demasiada implicación emocional.

Así el consumo de este film es tan rápido como lo será su olvido. Otra comparativa que ni pintada.

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