Juventud y aprendizaje: Construyendo un futuro económico

Los lectores de este espacio conocen bien nuestra insistencia en la necesidad de recibir una buena educación financiera durante nuestra infancia y adolescencia. El aprendizaje es fundamental para construir un porvenir económico sólido. No sólo a nivel individual, sino colectivo. Hemos planteado reflexiones sobre ética, propuesto casos prácticos útiles para nuestra juventud (aquí) y hecho números que nos ayudan a entender la dinámica que se encierra detrás de nuestras finanzas personales.

No obstante, el mejor aprendizaje de todos es el que nos ofrece la propia vida, y en este sentido nuestros primeros pasos con un trabajo, una nómina y nuestros primeros productos financieros resultan claves para madurar económicamente. Por ello, siempre recomiendo que los jóvenes comiencen a trabajar cuanto antes, y no me refiero a un empleo a tiempo completo, sino al hecho de empezar a responsabilizarse tempranamente de sus ingresos vitales. Compaginar estudios con empleos a tiempo parcial, generar ingresos trabajando durante las vacaciones o, directamente, formarse en el propio trabajo (aprendizaje) son iniciativas totalmente aconsejables para el desarrollo y el crecimiento personal de la juventud de un país.

juventud y aprendizaje

Aprendizaje: el camino de la independencia económica (en Estados Unidos)

Este fenómeno es muy habitual aquí en los Estados Unidos, pues ya desde la adolescencia se estimula a los jóvenes a trabajar y emprender el camino hacia su independencia económica, primero desde los servicios obligatorios a la comunidad (imprescindibles para graduarse en sus institutos, las llamadas High School) y después ya con empleo remunerado. Con el bachiller bajo el brazo, los estudiantes saben que es hora de salir del hogar y ganarse el sustento, con o sin la ayuda de sus padres.

El mercado laboral, muy abierto y flexible, favorece a la juventud ese camino del aprendizaje. Asimismo, el sistema educativo integra la formación profesional ya desde la enseñanza media, mediante el llamado vocational training. Así, un estudiante de instituto puede elegir, además de las asignaturas troncales obligatorias, un enorme catálogo de opciones formativas adaptadas a sus habilidades e intereses. Al finalizar, puede encaminarse hacia un college, que proporciona formación profesional de grado superior, o acudir directamente a la Universidad, cuyos dos primeros años son de capacitación general y permiten al estudiante refinar su orientación profesional definitiva. Hablamos, ni más ni menos, que de “vivir y aprender”.

Desgraciadamente, ni nuestro mercado de trabajo, muy golpeado por la crisis, ni nuestro sistema formativo propician a la juventud española ese necesario aprendizaje: el paso temprano y gradual de la escuela al trabajo. Es más, la muy legítima aspiración de que nuestros hijos alcancen una educación universitaria genera un fenómeno que Benito Arruñada, Catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, define como “sobretitulación”, entendida como “titulación sin empleabilidad». Como resultado, tenemos muchos universitarios, poca educación profesional intermedia y un número elevado de personas sin estudios, aquellos que van “quedando en el camino”. Ello se traduce, en el caso que nos ocupa, en un paro juvenil descomunal (46,5% en menores de 25 años) y un enorme desajuste entre la oferta y demanda de trabajo.

Juventud: Trabajar y aprender al mismo tiempo

Una buena forma de dar salida a muchos de estos jóvenes sin acceso al mercado de trabajo es a través del sistema de aprendizaje laboral. En Estados Unidos, cada vez más personas trabajan y aprenden al mismo tiempo. Para ellos, no se trata sólo de ganarse la vida, sino de recibir un impulso clave para sus futuras carreras: la experiencia en el puesto de trabajo y la instrucción técnica recibida se integran en un programa formal para ayudarles a dominar una ocupación. Sin olvidar, para la juventud, la impagable experiencia vital.

Los programas formales de aprendizaje, que están recibiendo un impulso creciente, conectan a los solicitantes de empleo que quieran adquirir nuevas habilidades con las empresas que necesitan cubrir puestos específicos para las mismas. La mayoría de los programas tienen una duración media de 4 años. Al final de cada uno de ellos, los aprendices obtienen un certificado de reconocimiento nacional. El sistema persigue reducir la actual «brecha de habilidades» que muchos empleadores afrontan a la hora contratar trabajadores cualificados.

Tal impulso se ha traducido en un nuevo florecimiento de puestos de aprendiz en la fabricación y la construcción, con una clara difusión hacia sectores menos tradicionales y ahora emergentes que sufren tanto la escasez de mano de obra cualificada como el retiro de la generación de “baby boomers”:

  • Tecnologías de la información
  • Atención sanitaria
  • Seguros
  • Trabajos de oficina especializados.

Los resultados son muy esperanzadores para la juventud: En 2015, más de 197.500 personas entraron en programas formales de aprendizaje y más de 50.000 se graduaron y certificaron. Actualmente, hay unos 448.000 aprendices formándose.

Todos ganan: Alta empleabilidad e interesante retorno

Y no es de extrañar: El 87 por ciento de esos aprendices obtienen un empleo después de completar sus programas, con un salario inicial promedio que supera los 50.000 dólares. El retorno de la inversión para los empleadores es también muy importante: Según diversos estudios, por cada dólar gastado en aprendizaje, los empresarios pueden obtener una media de 1,47 dólares en forma de:

  • Mayor productividad
  • Eficiencia
  • Innovación de procesos.

Un ganar-ganar en toda regla.

España trata de implantar desde 2012 un modelo similar, aunque nos queda un largo camino que recorrer, tanto en mentalidad como en articulación de un buen sistema de aprendizaje. Tenemos diversas modalidades de desarrollo que a menudo adolecen de:

  • Complejidad
  • Exceso de burocracia
  • Discrecionalidad
  • Falta de objetivos formativos a largo plazo
  • Problemas o carencias de titulación

Así como de pobre reconocimiento social y laboral, siendo además susceptibles de prácticas poco transparentes o corruptas, como es bien conocido.

Todo ello nos conduce de nuevo al principio de este artículo. No nos cansaremos de insistir, aun a riesgo de ser pesados: El papel de la educación resulta esencial para la juventud española. Inculcar en nuestros jóvenes que:

  • La seguridad financiera es algo que se consigue a largo plazo
  • Cualquier trabajo bien desempeñado y justamente remunerado, ya tenga mayor o menor especialización, es tan digno como un puesto de directivo o licenciado
  • Se puede y se debería compaginar empleo y formación desde el primer momento, para así adquirir progresivamente experiencia y capacidades
  • Nadie regala nada y que nada está cerrado en sus vidas

les ayudará a prosperar mucho más que cualquier programa emanado de las instituciones públicas. Mucha suerte en ese empeño. Never surrender.

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