Ideas para ahorrar dinero donde menos te lo esperas (II)
Por ejemplo, las ofertas dos o tres por uno pueden ser grandes oportunidades, muy atractivas en verdad, pero siempre que necesitemos más de un artículo. De lo contrario, ¿qué hace el niño con tres chándales, por baratos que hayan salido? Y lo mismo con algunos productos alimenticios, que podrían caducar en nuestra despensa solo porqué salen más baratos comprados por docenas o a granel o de tres en tres cajas, etc. La suma siempre será superior que la unidad, y tal vez descubramos tarde que es un despilfarro.
Cada vez son más los comercios de panadería y pastelería que ofrecen sus productos a mitad de precio a partir de según qué horas. Son alimentos perecederos que deben consumirse frescos del día, por lo que antes de tirarlo a la hora del cierre, muchos son los hornos (algunas pescaderías) que hacen ofertas diarias de última hora para deshacerse de los excedentes. De modo que no está de más echar un vistazo por el barrio de cada cual, enterarse si alguno de los establecimientos de la zona hace este tipo de ofertas, y establecer una rutina diaria para abaratar la cesta de la compra. Siempre y cuando sean artículos necesarios los que se adquieran, pues de lo contrario, y al párrafo anterior me remito, les saldrán caros pese al precio reducido.
Son muchas las personas que aún desconfían de las compras online, tal vez porque prefieren el trato personalizado y la garantía que se supone que ofrece un lugar físico en caso de reclamación. Pero esas son cuestiones ya superadas que no deben suponer problema alguno, como tampoco debe existir ya el temor a realizar pagos en la red mediante tarjetas de crédito, pues existen sistemas tan o más seguros que las transacciones en metálico. Y a todo eso debe sumarse que a menudo resulta más barato comprar a través de internet. ¿Por qué? Pues porque los negocios online pueden hacer ofertas más competitivas al no tener tantos gastos fijos en infraestructuras comerciales, tales como alquileres de locales, personal de tienda, de almacén o de seguridad, suministros básicos de agua y electricidad, etc.
No vamos a disuadir a nadie de comprar un libro. Hay que hacerlo. Un buen libro es una valiosa posesión. Pero cuando tengamos nuestra propia biblioteca, compartámosla. Los libros no son baratos, pero siempre hay gente conocida y lectora con la que coordinarse y comprar según un plan de selección conjunta. Solo habrá que abolir el axioma aquel de: “existen dos tipos de tontos, los que prestan un libro y aquellos que los devuelven”. Una vez superado y rodeados de gente de confianza, crear una biblioteca cooperativa puede ser tan edificante como entretenido; y desde luego infinitamente más barato que la adquisición individual de todo el stock bibliográfico.
Las bibliotecas públicas, desde luego, son otra opción muy económica para no dejar de leer. Tanto que es gratuita.