Un proyecto de educación financiera
para domesticar tu economía

Hay términos que conviven con nuestra rutina económica,  inevitablemente ligada a los bancos, y que sin embargo son grandes desconocidos pese a lo familiar que nos resulta su nombre. La TAE, por ejemplo, que pocos sabemos exactamente qué es, pero siempre asoma cuando acudimos a una entidad bancaria para informarnos de las condiciones de un préstamo personal o hipotecario.

Pues bien, lo primero que debemos saber es que el nombre responde a unas siglas y que, de tan desconocido que es su significado, ni siquiera solemos acertar con el género, ya que no es el TAE sino la TAE. Concretamente, la Tasa Anual Equivalente.

La TAE: qué es y para qué sirve

¿Pero cuál es su significado y, sobre todo, su función? Pues según el Banco de España, la TAE. es “un indicador que, en forma de tanto por ciento anual, revela el coste o rendimiento efectivo de un producto financiero, ya que incluye el interés y los gastos y comisiones bancarias”. Es decir, que a diferencia de los tipos de interés que ofrecen los bancos en sus operaciones, la TAE tiene en cuenta el coste total incluidos los márgenes de las entidades financieras.

Dicho de un modo más técnico y preciso, el cálculo de la Tasa Anual Equivalente está basada en el tipo de interés compuesto y en la hipótesis de que los intereses obtenidos se vuelven a invertir al mismo tipo de interés. Y ¿para qué sirve? Pues para poder comparar distintos productos u opciones de inversión, con independencia de sus condiciones particulares. Se utiliza para homogeneizar distintos tipos y condiciones de operaciones de crédito y depósito cuando hay diferentes períodos de liquidación, gastos, comisiones, etc.  De hecho, el Banco de España obliga a todas las entidades a expresar sus productos, tanto de activo (ej.: préstamos) como de pasivo (ej.: depósitos), en términos de TAE.

Y este tipo de interés debe figurar siempre en los enunciados de cualquier operación o producto financiero. Las entidades deben informar sobre la TAE  tanto en la publicidad que hagan de sus productos, como en los contratos que formalicen con sus clientes, en las ofertas vinculantes que realicen o en los documentos de liquidación de operaciones activas y pasivas.

¿Qué es el TIN?

La economía en general, y desde luego aquella parcela financiera que nos concierne a los ciudadanos, está poblada de siglas que no siempre sabemos descifrar. Y conviene saber que conceptos se esconden tras esas denominaciones, pues muchas de ellas condicionan nuestras finanzas. Veamos ahora qué es el TIN y en qué se diferencia de la TAE.

El TIN es la rentabilidad o los intereses de un producto financiero liquidado mes a mes, o en un periodo de tiempo determinado, teniendo en cuenta sólo el capital principal. Lo cual se considera como un tipo de capitalización simple. En cambio, el TAE (también conocido como la Tasa de Anual Efectiva) es un tipo de capitalización compuesta.

Así, TIN y TAE coincidirán cuando los intereses producidos por un producto financiero se paguen sólo al final de la vida de dicha operación, pero diferirán cuando haya más de un pago. En tal caso el rendimiento del TIN será siempre inferior al de la TAE.

Diferencias entre la TAE y el TIN

Conviene aclarar los conceptos de capitalización simple y compuesta. Sus diferencias. Así, la primera, el TIN, es cuando los intereses cobrados por un producto no se vuelven a reinvertir, y son cobrados periódica y directamente por el inversor.

En cambio, la TAE, la compuesta, reinvierte los intereses en el producto financiero, que sigue rentando sobre el total acumulado y no el capital inicial.

Por lo tanto, cuando nos den la TIN sólo tendremos que dividir entre el número de pagos previstos para saber cuál es el interés que cobraremos en cada uno de esos periodos. Sin embargo, si tenemos la TAE, el cálculo es algo más complejo.

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