El dinero no da la felicidad, pero ayuda mucho, qué duda cabe. Y por eso a más de uno le pierde la ambición. Algo de eso, y mucho más, hay en este fresco fílmico que retrata la sociedad contemporánea – italiana, pero globalizada, obviamente-, víctima del modelo sociopolítico capitalista, donde las grandes finanzas generan tanta inestabilidad como euforia, donde las utopías personales del bienestar sobredimensionado acaban con la tranquilidad de una vida adecuada a la realidad, donde el consumismo acentúa las diferencias de clase, donde la envidia y la codicia pueden convertirse en una condena, y donde los condenados no son siempre los culpables y casi nunca los responsables. Un coctel humano deshumanizado, con personajes para todos los gustos – que cada uno se identifique o contextualice con aquel que reconozca como semejante -, y expuesto en clave de thriller y según la fórmula de las Vidas Cruzadas; pero no tanto las del maestro Altman como las del prestidigitador Tarantino, que gusta de manipular el tiempo y el espacio, jugando con las ópticas, los puntos de vista y los equívocos propios de quien juzga sin la información necesaria, llevado tal vez por la intuición, tal vez por los prejuicios. Y al final, el conjunto es más una drama que una intriga; un relato de corte y compromiso social y familiar más que una crónica financiera. Un buen entretenimiento que acaba optando por la ficción sin moraleja, y deja que cada uno saque sus propias conclusiones de cómo funciona el mundo y por qué funciona así. Y si nos gusta que así sea. Pero ese es un debate que cada cual debe tener en casa consigo mismo. La película llega hasta aquí. Aunque los créditos finales que explican el título dan para un intenso debate que podría inspirar otra apasionante película.
Por cierto, a la funcional y muy competente dirección de Paolo Virzi, hay que sumar un convincente reparto encabezado por la inmensa Valeria Bruni Tedeschi, hermana de…, y que por tanto habla e interpreta con conocimiento de causa familiar, política, económica y social. Con razón sobrecoge y convence. El fracaso puede vivirse desde lo más alto.