El cambio horario persiste sin evidencias de ahorro; la controversia continua

El último domingo de octubre los relojes se retrasaron una hora de madrugada para recuperar el horario de invierno, y lo hicieron sin que exista ninguna evidencia ni informe actualizado que avale que estos cambios suponen de verdad un ahorro energético, que a la postre ha sido siempre el motivo o la excusa de este cambio horario que se practica dos veces al año.

Con el cambio se adopta el horario de invierno.

Los cambios dividen además a la sociedad, que mayoritariamente prefiere el horario de verano, a los gobiernos europeos – la Comisión ha retrasado a 2021 la posible anulación de los cambios horarios ante la falta de consenso-, y a los científicos que han analizado las ventajas e inconvenientes de cada horario y el impacto sobre la salud, la economía y los hábitos de la vida de los ciudadanos.

Anular el cambio de hora supondría en España quedarse siempre con el de verano, de modo que los horarios del amanecer (6-7) y anochecer (9-10 noche) quedarían invariables. Así, en invierno amanecería y anochecería una hora más tarde de lo que ahora es habitual en los meses de invierno.

Implicaciones comerciales y saludables

Algunos investigadores advierten que optar por un horario u otro de manera definitiva no es una decisión trivial. Sería muy importante para España mantener el mismo horario que el de sus principales socios económicos y comerciales (Francia, Alemania, etc), lo cual implicaría optar por el de invierno, cuando parece que la opción comunitaria será el de verano. La controversia está servida y cuando se decida no todos quedarán satisfechos.

Según algunos científicos, por ejemplo, cuando amanece una hora antes el cuerpo está incluso en mejores condiciones para ir al trabajo a primera hora de la mañana, ya que levantarse con luz ayuda a espabilarse. La luminosidad inhibe la secreción de melatonina, la hormona que estimula el sueño.

Pero de momento habrá que esperar, y el mes de marzo de 2020 volveremos a cambiar el horario para adaptarnos al de verano. Unas alteraciones, por cierto, que afectan especialmente a los niños, que pueden incluso tener cambios de conducta y algún impacto a nivel fisiológico.

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