Consejos tan prácticos como curiosos para el ahorro doméstico (II)

A veces nos quejamos y no nos damos cuenta lo sencillo que podría resultar el ahorro, aliviando algunas de nuestras preocupaciones económicas. En casa gastamos a menudo más de lo necesario, y solo cambiando algunas de nuestras rutinas o de nuestros hábitos bastaría para reducir considerablemente nuestras facturas domésticas. Veamos algunos trucos más para conseguirlo.

La semana pasada ofrecíamos algunos consejos prácticos para el ahorro, y en esta segunda entrega vamos a ampliar el catálogo con algunos otros no menos útiles.

Hoy empezaremos hablando de la calefacción, pues aunque ha tardado más de la cuenta, al fin el frío se ha abierto camino para darle sentido al invierno y nos obliga a tomar medidas térmicas. Pero, ¿por qué seguimos vistiendo manga corta en casa si estamos en noviembre? Quitarse el abrigo al entrar es lógico, pero no pasa nada si nos dejamos la rebeca o la camisa puesta. Intentar emular las temperaturas veraniegas en el hogar cuando nieva en el exterior es tan caro como absurdo.  La temperatura de confort en una casa se estima en 20 ºC durante el día, y durante la noche es conveniente bajarlo hasta 15 ºC. Tener la calefacción más alta es un despilfarro innecesario. Cada grado de más puede incrementar el gasto entre un 5 y un 10%. Una buena graduación de la temperatura doméstica puede significar hasta 100€ de ahorro en un invierno.

Lógicamente hay que propiciar las condiciones adecuadas para que todo ello ocurra. Por ejemplo, conviene tener las puertas de las estancias cerradas, para que las habitaciones se calienten antes y los termostatos se estabilicen. Ni que decir tiene que la puerta de la calle debe permanecer abierta el menor tiempo posible. Por ella se escapa a la misma velocidad el calor y el dinero. Además, si durante el día hace sol lo mejor es subir las persianas, pues la casa se caldeará y será más fácil y barato calentarla por la noche. Y al irse el sol bajar las persianas para evitar el efecto contrario.

Hay una cierta tendencia decorativa a ubicar los radiadores tras las cortinas, tal vez para ocultarlos, pero no es una buena opción desde un punto de vista económico, pues éstas absorberán buena parte del calor, y el sistema de calefacción deberá trabajar más para conseguir calentar la estancia con el consecuente incremento del gasto energético.

Aunque pueda parecer contraproducente, es muy útil mantener encendidos los ventiladores de techo durante los meses en que encendemos la calefacción. En verano mueven el aire y eso nos refresca, pero en invierno ayudan a distribuir por toda la casa el aire caliente, que tiende a irse hacia arriba y perder eficacia respecto al confort técnico de las personas. Los ventiladores lo devuelven hacia abajo.

Trucos para mejorar tu ahorro doméstico

Por el sumidero se va el agua y el dinero

Por el sumidero se va el agua y el dinero. Es una frase hecha y muy real. Según algunos estudios, por  un solo grifo que gotea se pierden hasta 35.000 litros de agua al año.

A menudo no se tiene en cuenta, o ni siquiera se es consciente, de la mucha agua que se desperdicia con según que malas prácticas del todo evitables. Por ejemplo la muy habitual rutina de utilizar el inodoro como basura. Un hecho que provoca un enorme gasto innecesario de agua diario, pues se derrochan más de cinco litros de agua  en cada descarga, que a veces se utiliza para un cigarro o un papel que debería ir a una papelera.

Otra consejo para el ahorro de agua, en este caso en el jardín, es apostar por las plantas autóctonas. Son especies adaptadas al clima local y, por ello, necesitan el agua justa y no exigen esfuerzos hídricos. No hay que regarlas durante las horas de sol. No es bueno para ellas, pues pueden recalentarse por la acción de la evaporación, y eso les perjudica. Pero además es que mucha agua se evapora y no la aprovechan, con lo cual se despilfarra.

Otro consejo más útil de lo que parece es el de aprovechar hasta la última gota. Más de uno se sorprendería de lo mucho que queda en los botes de los diferentes productos de limpieza o higiene que suponemos acabados. Si se añade un chorro de agua al envase comprobaréis que aún quedaba producto para un par de usos más. Y en los casos de cremas o pastas lo mejor es cortar el bote o tubo por la mitad, pues en las paredes siempre queda adherido una considerable cantidad de producto aprovechable.

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