A la hora de invertir, sé responsable

Recuerdas un reportaje que dio la vuelta al mundo hace unos años y que se titulaba «¿Sabemos a quién confiamos a nuestros hijos?». Por entonces no habían proliferado las redes sociales y YouTube daba sus primeros pasos, pero lo sugerente del título y la terrible verdad que desvelaba sobre los maltratos de algunas niñeras a los bebés a su cuidado lo catapultó a los primeros puestos de audiencia de las encuestas de televisión. Con ejemplos verdaderos ocurridos en casas de familias americanas acomodadas, muchos padres se preguntaron entonces si habían sido lo suficientemente precavidos a la hora de confiar el cuidado de sus hijos a unas niñeras de las que en realidad sabían poco.

Una pregunta similar podemos hacernos con nuestros ahorros: ¿Sabemos a quién se los confiamos? ¿Nos preocupamos lo suficiente por proteger nuestras reservas del futuro? La mayoría de las personas se toman menos tiempo en saber dónde tienen que invertir sus ahorros que en planificar sus vacaciones o en preparar las compras de Navidad. Los más comunes de los mortales han perdido la carrera de la «cultura financiera» y esto les lleva a confiar sus inversiones y los ahorros de toda la vida a personas de su confianza.

Un reciente y triste ejemplo lo vemos en los rumores que ahora asaltan las portadas de la prensa y programas del corazón sobre los problemas de herencia de Sara Montiel, quien habría dejado un complicado legado a sus herederos por culpa de una mala gestión.

Isabel Pantoja, Luis del Olmo, Concha Velasco, Sánchez Vicario…

No es el único caso, en los últimos años hemos conocido como más de una afamada personalidad, con una larga carrera de éxitos, ha perdido su fortuna por no confiar en el asesor financiero adecuado y desentenderse de sus ahorros. Ejemplos de ahorros y fortunas que han terminado, los vemos en la pareja que formaron Isabel Pantoja y Julián Muñoz; el presentador de radio Luis del Olmo; Jesulín de Ubrique y su padre Humberto Janeiro; la actriz Concha Velasco con su ex marido Paco Marsó o en deportistas como Arancha Sánchez Vicario, que ha demandado a sus padres por mala gestión de sus ingresos.

En todos los casos se repite, una y otra vez, el mismo patrón: la existencia de alguien de confianza que no es un profesional de la inversión y el ahorro. ¿Ha oído hablar de las «tres F» de las que hay que huir en temas de asesoramiento financiero? Por sus siglas en inglés corresponden a: Family, Friends and Fools (Familia, amigos y locos). Ojo porque estos últimos abundan en estos días de crisis. La confianza es la peor enemiga del asesoramiento y cuando más estrecha es la relación con la persona que maneja nuestros ahorros más perjudicial puede ser el resultado, sobre todo si otorgamos un poder notarial excesivamente amplio a nuestro padre, nuestra pareja o nuestro hermano.

Contrato profesional y seguro de responsabilidad civil

Entre las ventajas de contar con un asesor financiero independiente, destaca la necesidad de firmar un contrato por los servicios prestados y es muy recomendable (a veces obligatorio) suscribir una póliza de responsabilidad civil. Esto ya supone una garantía de la persona en la que confiamos. Hay varias figuras, de expertos para negocios y gestión de patrimonios familiares (que muchas veces vienen mezclados):

  • El administrador: Ejerce bajo un contrato mercantil de mandato con servicios de gestión. Es responsable de los bienes que administra.
  • El gestor: Suele actuar por un contrato mercantil de prestación de  servicios. Conviene precisar exhaustivamente todas sus funciones y atribuciones.
  • El asesor: Aconseja sobre determinadas inversiones, su trabajo está regulado por la CNMV. Es responsable de no suministrar la información adecuada del producto financiero o erróneo sobre la situación de los mercados de valores.
  • El testaferro: Por último, hay quien confía en una tercera persona para que tenga, o compre, a su nombre bienes que en realidad no son suyos. Actúan bajo un poder notarial limitado en el que se detalla la relación entre “verdadero propietario” y el testaferro. Estas relaciones constituyen un delito serio cuando se utilizan para ocultar acciones ilegales o irregulares.

Sin embargo, independientemente de elegir al asesor o al gestor más adecuado y capaz, lo principal en la gestión de nuestro patrimonio es que no nos desentendamos de él. Las visitas periódicas a nuestro contable de poco van a servirnos si nos limitamos a sonreír a nuestro gestor y nos contentamos con mirar el saldo de pérdidas y ganancias o firmar, cuando se acerca el mes de junio, los impresos de la Declaración de la Renta.

Es necesario que comprendamos sus estrategias, poco a poco, y hacernos cómplices del futuro de nuestros ahorros. Ya lo dice el refrán: El ojo del amo…

Antonio de Miguel
Periodista y blogger financiero
Puedes seguirlo en Twitter en @AntoniodeMiguel

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