Bienvenidos a la cuesta de septiembre
“El tópico del mes de septiembre desde que yo recuerdo, ha sido siempre la vuelta al cole (todavía en algunas cadenas podemos ver lo que cuesta que los niños vuelvan a sus quehaceres escolares, y lo de educación gratuita, va a resultar que es un mito, una leyenda, como los dragones); sin embargo, en los últimos años, septiembre ha visto su ciclo interrumpido por un nuevo tema que ha saltado a nuestras pantallas con la fuerza de los mares y el ímpetu del viento: la depresión posvacacional. Un tipo de depresión que no está recogida en ninguna clasificación de trastornos mentales, lo que me lleva a pensar que tal vez no exista y nos encante medicalizar todo hasta límites insospechados”.
En el aspecto económico, no obstante, septiembre es un mes lleno de retos y cargas que pueden pesar más de lo deseable, y que no por conocidas están a menudo bien previstas o planificadas. Como expresé el otro día en mi perfil de Twitter, en cuestión de cuestas, enero se lleva la fama pero septiembre carda la lana. Durante julio y agosto no sólo hacemos frente a las vacaciones de verano, sino que generalmente llegan importantes recibos anuales que suelen coincidir con la paga extraordinaria, entre ellos diversos seguros (coche, casa, vida…) e impuestos (cuando toca). Hay que afrontar, además, el regreso al colegio/universidad con todos sus gastos asociados, así como las habituales cargas financieras familiares. Bastantes veces las cuentas no salen, pero no hay que desesperar.
Cualquier seguidor de este espacio conoce nuestra insistencia en la necesidad de mantener unos buenos hábitos financieros, y de que dichos hábitos se materialicen en un plan sencillo y alcanzable. El regreso de vacaciones es un buen momento para tomar decisiones importantes, formular buenos propósitos y, por supuesto, llevarlos a cabo. En el aspecto económico, no nos compliquemos la vida. Atengámonos a estos tres objetivos clave:
1. Controlar el presupuesto. Nuestra cuenta corriente suele tener más agujeros que un queso gruyere, la mayoría de ellos en forma de pequeños gastos prescindibles que suelen pasar desapercibidos. ¿Recuerdan aquella tabla de partidas menores que preparamos para el señor X y lo que significaban en horas de trabajo? Hagamos el mismo ejercicio con nuestras finanzas.
2. Reducir gastos/facturas. Empezando por aquellas partidas que podamos eliminar tras haber efectuado nuestra auditoría de andar por casa. Esta reducción consciente la hemos tratado más de una vez en este blog. En “Save Outside The Box” y su continuación proponíamos unos cuantos ejemplos perfectamente aplicables. Entre los gastos más habitualmente prescindibles podemos mencionar:
- Televisión de pago
- Cuotas de gimnasio
- Suscripciones a revistas o juegos online
- Comidas fuera de casa
- Comidas preparadas
- Artículos de marca o de lujo que exceden nuestra capacidad económica
3. Reevaluar nuestras prioridades. Ante la cuestión “¿qué es lo que realmente perseguimos en la vida?, lo más seguro es acabar con una lista de deseos que excede con creces nuestro presupuesto vital. Recordemos: se trata de hacer las preguntas correctas. Al final del proceso, comprobaremos como nuestras posibilidades de ahorro se han multiplicado, recogidas en alguna de las siguientes categorías:
- Bienes/servicios cuyo coste no merece la pena.
- Bienes/servicios que no usamos.
- Bienes/servicios que podemos comprar más baratos o hacer nosotros mismos.
- Bienes/servicios que no echaremos de menos si desaparecen.
- Bienes/servicios que no queremos.
- Gastos que podemos reducir.
No se dejen aplastar por la losa psicológica y financiera de septiembre y vayan a por ello. De nuevo, en palabras de Bárbara Montes:
“Sentirnos decaídos porque se acaban las vacaciones no es una enfermedad mental, es completamente normal, no hagamos un drama de ello y sobre todo, no busquemos unas pastillitas que nos curen la normalidad”.
En sus manos está.
Never Surrender.