Ahorrar donde menos te lo esperas III
Los periódicos, por ejemplo, inútiles como medios informativos al día siguiente, pueden servirnos en cambio para múltiples menesteres. Para envolver alimentos, para proteger el pavimento si pintamos, hacemos obra o cualquier otra labor de bricolage, para guardar artículos delicados en cajas, para forrar el libro que leemos y que así no se deteriore con el uso, o incluso para encender la chimenea, sin necesidad de comprar productos inflamables como gel o pastillas.
Los corchos de las botellas también siguen siendo útiles para las que vendrán (pues a veces se rompen al extraerse), y así no hay necesidad de comprarlos con algún motivo decorativo; pero además son muy útiles para avivar el fuego (tanto o más que las teas, ramitas o piñas), pueden usarse para ablandar la carne en los guisos e incluso en la elaboración del pulpo poniéndose dentro de la olla cuando cuece, y tienen además infinidad de utilidades domésticas como hacer cuñas para mesas o sillas que cojean o topes para las puertas y ventanas.
Los trapos tienen una vida casi eterna. Para empezar la ropa vieja no hay que tirarla, pues la mayoría funciona de maravilla como trapo. Igual que las toallas. Y a su vez, los trapos de cocina o del polvo pueden ir derivando en sus responsabilidades, y así como pierden sus principales características se van adecuando a otras funciones sin necesidad de precipitar su jubilación. Nunca hay suficientes trapos en una casa, y comprarlos suele ser un gasto innecesario. El garaje y el jardín son normalmente sus últimos destinos, pero hay que dilatar al máximo su existencia.
El material de obra y de bricolage nunca es inútil. Siempre encajará en algún lado, aunque haya que reducirlo, moldearlo o reciclarlo. Baldosas, cristales, alambres, cables, clavos y tornillos, llaves allen del IKEA, botes de conserva, etc. A menudo se abre un paquete y las sobras se consideran excedentes. Craso error. Son repuestos o, por decirlo de algún modo, el fondo de armario de la caja de herramientas. Y así podríamos seguir durante horas, por lo que será mejor resumir el consejo en una frase que diga algo así como: antes de tirar algo piensa si es realmente inútil, o acabarás por volver a comprarlo.
El vasto mundo de la segunda mano es una de las alternativas más recomendables para el ahorro. ¿Es realmente necesario estrenarlo todo? La respuesta es no (con todo respeto para con aquellos que discrepen). Ni en los electrodomésticos, ni en los vehículos y ni siquiera en la ropa. Y si el problema es de imagen social, solo tienen que guardar el secreto. La discreción de los comercios que se dedican a los artículos de segunda mano más íntimos y personales está más que garantizada, tal y como explicamos en esta misma página en nuestros escritos sobre las bodas y comuniones low cost.
Acudiendo a las oportunidades usadas pueden encontrarse ofertas de hasta el 70% respecto a los artículos de estreno, y en la mayoría de los casos disponen de garantía exactamente igual que los nuevos. Hoy en día es posible encontrarlo prácticamente todo en el mercado del artículo usado.
Otro ahorro importante, y que a mucha gente le parece poco delicado, es el de intercambiar juguetes entre familias. Hacerlo no tiene porqué ser una merma en la ilusión de los hijos ni una falta de compromiso de los padres. Los niños se aburren rápido de los juguetes. A menudo antes de que éstos hayan podido deteriorarse. Y en algunos casos antes incluso de abrirlos (en Navidad es de lo más frecuente por acumulación de regalos). Un derroche que no tiene porqué ser así, pues probablemente lo mismo ocurre en familias vecinas o de amigos, y los hijos respectivos disfrutarían como si fueran novedades si se intercambiarán sus juguetes. Sin necesidad de que sean conscientes de ello, si así lo prefieren los adultos. Eso sí, respetando el turno de sus cumpleaños llegado el caso o conjuntamente en fechas o celebraciones señaladas. Y lo mismo puede hacerse con la ropa de los niños y con la mayoría de artículos relacionados con la infancia, cuya vida útil es muy breve y, en cambio, suelen ser muy caros. No es necesario estrenar el carrito del niño, ni la bañerita, ni la cuna, ni…
Sin entrar en suspicacias, repasar las facturas del restaurante suele revertir también en un inesperado ahorro, pues los errores son algo más que frecuentes. Las facturas se van conformando poco a poco, así como los comensales añaden bebidas o productos extra a la comanda principal. Además hay muchas mesas servidas simultáneamente e inmersas en el mismo proceso de ir modificando sus cuentas. Por ello es lógico que puedan registrarse equivocaciones y aparezcan conceptos que no se corresponden a las consumiciones reales. Ya sea el precio de un cubierto de más, o un agua o dos ensaladas que nadie pidió. No se trata de ahorrar, sino de no pagar algo que no es nuestro.