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El año más violento: la honestidad puede salir muy cara

La honestidad puede salir caraJ.C. Chadnor se siente cómodo en terrenos pantanosos. Concretamente en los de la ficción económica inspirada en dramáticos hechos reales. Verdades que duelen, que ofenden, que sonrojan, que irritan… según el bando de cada espectador. Un foco inabarcable de inspiración, en cualquier caso. Así lo demostró en su debut, con la demoledora y muy didáctica Margin Call, que bien puede considerarse como la crónica de una muerte anunciada de las grandes finanzas. Y tras un impás dedicado a un tour de force a la deriva en alta mar junto a un silencioso y abnegado superviviente sin nombre llamado Robert Redford (Cuando todo está perdido – 2013-, en la que más de uno quiso ver una metáfora de la impotencia individual frente a una realidad socioeconómica desesperada), regresa ahora a los campos abonados por los conflictos del mercado laboral, de la competencia ilegítima y hasta criminal, por la mafia sindical, por los peligros de ceñirse a la legalidad, por la injusticia de los intereses creados, la deslealtad, por lo cara que puede resultar la honradez, la honorabilidad.., y todo ello enmarcado en la crisis. Otra crisis. La otra gran crisis, la de los ochenta, conocida como la de la deuda latinoamericana, y que aunque no fue tan larga como la actual, también sembró de cadáveres económicos los márgenes del camino.

Un escenario desolado que, en Nueva York, coincidió con El año más violento. Título del film que hace referencia a 1981, según las estadísticas, el más sangriento y delictivamente activo de la historia de la Gran Manzana. Y justo aquí, a orillas del Hudson, es donde se desarrolla el film. Las tribulaciones de un inmigrante y su familia acomodada que intentan sacar adelante su negocio mientras la violencia y la corrupción amenazan con destruir todo lo que han logrado hasta ese momento. Y la película lo narra con un tono tenso e intenso, que sustituye lo que el cine mainstream nos ha hecho confundir con el ritmo. No hay prisas. La acción es mínima. Pero nunca decae el pulso de un angustioso drama sustentado con nervio, y vivido con intensidad a través de la empatía que provoca la determinación de un hombre justo que no renuncia a conseguir lo que merece.

El retrato es soberbio (notable el guatemalteco Oscar Isaac) y el relato poderoso. Es una película para ver con atención, y que sirva tanto de advertencia como de ejemplo.

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