Big Data, el petróleo del futuro ¿Qué es y cómo puede ayudar a las empresas?
El Big Data es un concepto que los adictos a la tecnología llevan algunos años manejando, pero que solo últimamente ha comenzado a filtrase al resto de la sociedad. Se refiere al tratamiento de los datos que hacen, o deberían hacer, las empresas para maximizar la información que manejan y convertirla en euros. Sí tal y como suena. Una correcta estrategia de Big Data puede multiplicar la facturación de cualquier compañía y no por arte de magia.
Cualquier empresa, incluso la más pequeña, tiene en la actualidad acceso a un inmenso volumen de información sobre sus clientes. Datos cuantitativos como nombre, dirección, número de cuenta, facturas pagadas… Pero también tiene, gracias a las redes sociales, acceso a su vida: puede conocer sus gustos, sus intereses, amigos con los que interactúa, lugares que le gusta visitar e incluso a quién detesta.
A medida que avanza el siglo XXI, van quedando atrás las reticencias de los consumidores a compartir toda esa información y el volumen de datos que navega por el mundo virtual es ingente. Big, pero que muy Big.
La clave del Big Data es procesar todos esos datos inconexos y convertirlos en información de calidad que permita tomar decisiones. Porque la clave no es conocer qué hicieron los clientes en el pasado, sino analizar esos comportamientos y proyectarlos para conocer el futuro. Con esa información bien procesada es posible diseñar estrategias de marketing personalizadas, adaptadas a cada cliente concreto; de tal forma que lleguen por el canal más adecuado en el momento exacto en el que él o ella estén más dispuestos a interactuar.
Eso sí, la puesta en práctica no es fácil. Algunos de esos datos están estructurados como el nombre, el teléfono, el correo electrónico o qué tipo de productos ha comprado cualquiera en una tienda electrónica. Otros son pura anarquía como los comentarios en Twitter, las conversaciones en el chat de Facebook, conocer qué emails lee y cuáles van directamente a la basura.
Bien utilizado el Big Data permite configurar una especie de visión panorámica de la empresa y de los comportamientos de sus clientes. La interpretación adecuada de todo puede implicar un incremento de la productividad del 56%, según las estimaciones que maneja la Comisión Europea. Pero el reto no es fácil.
Hay que gestionar con excelencia lo que los expertos llaman las tres uves: Volumen, Variedad y Velocidad. Las grandes compañías tecnológicas están dándolo todo para encontrar herramientas capaces de realizar esa tarea y de popularizarla para que esté al acceso también de las pymes. Porque tanto su almacenamiento como su interpretación son procesos muy costosos.
La ebullición de este proceso es palpable. La propia Comisión Europea asegura que el sector de los datos crece a un ritmo anual del 40%. Además, estima que de aquí al 2020, podría crear 100.000 puestos de trabajo, unidos a reducciones del consumo de energía de hasta el 10%.
Si es de los que piensa que esto del Big Data es una cuestión de expertos digitales está muy equivocado. Las pymes también pueden gestionar su Big Data comenzando por el principio. Según el profesor Charles Noon, director del departamento de Análisis de Negocios y Estadísticas de la Universidad de Tennessee, Para que el Big Data sea útil en una empresa, no importa su tamaño, debe responder a un objetivo. “El mantra debe ser hacer las preguntas correctas a los datos. Que sean las preguntas, y no la tecnología, lo que impulse la estrategia de Big Data“. Es decir, preocuparse por lo que realmente importa y quiere para su negocio y luego buscar las herramientas tecnológicas y la información que necesita para cumplir ese objetivo.
Los ejemplos de sus satisfactorios efectos surgen por doquier. Desde la pyme que tiene un comercio electrónico hasta el productor de vino que antes miraba al cielo para decidir cuándo abordar la cosecha, por ejemplo, y ahora puede medir con exactitud el estado de maduración de las uvas para elegir el momento exacto.
También son especialmente destacables los esfuerzos de gobiernos como el español o el británico en procesar toda la información sanitaria de los ciudadanos de forma que esté accesible desde cualquier punto en el que sea necesaria una intervención a un paciente. O los de ciudades tan distintas como Santander o Boston que están digitalizando toda la información relativa a la movilidad en sus áreas de influencia. Desde la frecuencia del transporte público, la afluencia del privado, los aparcamientos o el estado de las carreteras para ofrecer novedosos servicios personalizados como consejos de aparcamiento, por ejemplo.
Las posibilidades son tan infinitas como los datos que nos rodean. La revolución que su adecuada gestión puede representar en las empresas sí podría llegar a superar la que supuso la llegada del petróleo. No es descabellado pensarlo, solo queda esperar y ver.