¿Qué es una franquicia?
Se establece así un contrato entre dos partes independientes: el franquiciador y el franquiciado, en virtud del cual el primero cede el derecho para utilizar su marca empresarial, durante un tiempo y en un territorio determinado. Para ello, el segundo (franquiciado) deberá pagar una cantidad de dinero para adquirir la licencia de uso. Un pago que se conoce como canon de entrada.
Una de las grandes ventajas del franquiciado es que esta fórmula de negocio minimiza los riesgos que conllevaría comenzar uno nuevo y desconocido para el mercado. De hecho, según algunas de las estadísticas de los últimos años realizadas por consultores del sector, los empresarios que inician su negocio de forma independiente cierran en un 80% durante los primeros cinco años de actividad, mientras que los cierres en franquicias durante ese periodo inicial se cifran solo en un 25%. Y es que siempre es una garantía añadida de éxito – aunque no infalible – empezar a trabajar con una empresa consolidada, cuya marca posee notoriedad en el mercado.
No obstante, y por la misma regla de tres, también existe algún inconveniente en el hecho comercial de adquirir una franquicia, ya que por mucho éxito que obtenga el proyecto comercial, el franquiciado nunca será el propietario de la marca. Motivo por el cual no tendrá el control absoluto de su negocio, que además podrá explotar solo durante un tiempo determinado por contrato. Renovable, eso sí, previa negociación entre las partes.
Existe un Código Deontológico Europeo de la Franquicia que resume de forma clara cómo deben actuar franquiciador y franquiciado. No es una ley, sino un breve recetario de normas que deben respetarse entre las dos partes para que podamos hablar de un sistema de franquicias eficaz y de confianza.