Tipos de tarjetas de crédito y otros plásticos
Empecemos definiendo las más conocidas, las de crédito, pero repasemos todo el abanico de productos existentes.
Las tarjetas de crédito son productos de pago con el que las entidades financian el consumo de sus clientes de forma rápida y sencilla, sin necesidad de disponer del dinero para realizar la compra. Esto significa que el dinero gastado pasará a deberse a la entidad que proporciona la financiación. Esa es la principal diferencia con las tarjetas de débito, que no permiten su uso si no hay fondos en la cuenta.
Los límites de crédito y de excedidos de dicho límite los fija cada entidad, y tanto puede depender de las garantías del cliente y la política de riesgos como del tipo de tarjeta en cuestión, que puede ser de diferentes categorías según cada entidad y el tipo de crédito concedido: normal, plata, oro…
El soporte de las tarjetas de crédito es de plástico, está personalizado y vinculado siempre a una cuenta corriente en vigor, y permite operar con ellas gracias a diferentes elementos tecnológicos que garantizan la seguridad de las transacciones, ya sean de pagos en comercios u operaciones llevadas a cabo en cajeros automáticos. Algunos de estos elementos son el “chip”, que permite el pago seguro a través de un código PIN personalizado, la firma personal del titular, una fotografía del titular (en algunas) o el código de seguridad de la tarjeta situado en la parte posterior (CCV); sin olvidar diferentes sistemas de seguridad que algunas entidades ponen a disposición del cliente.
Ya hemos dicho que las tarjetas de crédito son un medio de pago en diferido, y los plazos para devolver el dinero pueden también negociarse con la entidad en cuestión. De hecho hay dos tipos de tarjetas, la de “pago único” y la de “pago aplazado”. Con la primera, el cliente devolverá en la fecha convenida con la entidad la totalidad de la deuda adquirida mediante el pago con tarjeta de crédito. En cambio, el pago aplazado permite al cliente fraccionar la devolución. Se puede aplazar el pago mediante una cuota fija mensual hasta que se extinga la deuda o seleccionando el número de mensualidades y ajustando la deuda al plazo deseado. Se deberá pactar con la entidad las condiciones.
Son varias las empresas dedicadas a la gestión y difusión de plásticos para el pago electrónico. Son las llamadas “emisoras de tarjetas de crédito”, y son, por ejemplo, Visa, MasterCard o American Express. Cada una de ellas con sus características y sus atractivos promocionales para que el cliente, a través de las entidades bancarias, se decida por un producto u otro.
Otras tipologías de plásticos financieros son las tarjetas de débito, las monedero, las comerciales o las de fidelización.
Las de débito son tarjetas que sirven para utilizar los fondos depositados en la cuenta corriente o de ahorro a la que está asociada, pero no concede crédito alguno. Es decir, si no hay no se puede gastar. Por eso, si usted es titular de una tarjeta de débito, deberá ser también titular de la cuenta. Algo que no pasaba con las de crédito, que podían desviar los cargos a otra cuenta, incluso a nombre de otra persona – siempre que haya una autorización validada-, y no obligaba al titular de la tarjeta a tener cuenta en la entidad emisora de la misma.
Las operaciones, ya sean compras o extracciones de cajeros, se registran instantáneamente en la cuenta. Ésa es otra de las diferencias con las tarjetas de crédito.
El límite lógico de una tarjeta de débito a la hora de retirar fondos suele ser el dinero que tenga la cuenta asociada. No obstante, es habitual que por razones de seguridad las entidades, de acuerdo con su cliente, fijen un límite diario, sobre todo para la retirada de fondos de los cajeros automáticos.
Las tarjetas “monedero”, también llamadas prepago, permiten cargar una cantidad determinada de dinero en ellas para, posteriormente, poder pagar sin necesidad de llevar dinero encima. Una vez agotado su importe pueden recargarse mediante ingreso en caja o cargo en cuenta. Esta tarjeta no está vinculada directamente a ninguna cuenta, sino que se van ingresando importes a conveniencia; y esa puede ser una gran ventaja en materia de seguridad, pues en caso de robo o extravío no se corren los mismos riesgos que con una tarjeta convencional, a través de la cual podría llegar a accederse a nuestra cuenta y a la totalidad de su saldo.
Las tarjetas comerciales son las emitidas por establecimientos comerciales (grandes superficies, supermercados, cadenas de tiendas, etc.,), pero respaldadas por una entidad financiera, ya sea un banco o un establecimiento financiero de crédito. Pueden servir exclusivamente para efectuar compras de artículos en los establecimientos que las han emitido y hasta el límite pactado.
Y por último las tarjetas de fidelización, que están pensadas para fomentar el consumo en los establecimientos que las emiten mediante promociones o puntos acumulables que pueden canjearse por descuentos o servicios del comercio en cuestión.