Memoria de videoclub 4: “El capital” (Constantin Costa- Gavras, 2012)
Pero la cuestión es que Gavras tiene en su haber títulos imprescindibles como Desaparecido, Z, El sendero de la traición, La caja de música o Amen, entre otros, y a menudo bajo bandera francesa, como es el caso de El capital. Un film de título indisimuladamente marxiano y, de algún modo un tema (el de las grandes corporaciones financieras y aquellos que manejan los hilos de los fondos nacionales e internacionales), que tarde o temprano tenía que pasar a formar parte del repertorio analítico y crítico del realizador.
El capital, que adapta la novela homónima de Stéphane Osmont, sigue la ascensión y más que previsible caída desde lo más alto de un empleado de banca que, en plena crisis mundial del sector financiero, juega sus cartas y aprovecha algunas circunstancias casuales (“un sicario del dinero”, según definición del propio Gavras), para acceder a la presidencia de una gran corporación bancaria. Para mantenerse y dar rienda suelta a su ambición, no dudará en utilizar malas artes del capitalismo más voraz, donde el fin económico justifica cualquier medio para conseguirlo. Una ficción que de algún modo reúne y resume lo peor de este sistema que, en su desmesura, ha arrastrado la economía mundial a una situación muy complicada. Vista así, El capital, aunque es algo obvia y a ratos un tanto demagógica en su discurso, es casi un manual de malas praxis financieras y de pecados capitales de la ética y la moral aplicadas a la economía.
Puede estarse de acuerdo o no con el discurso y el enfoque del director en sus películas, pero lo que es seguro es que nunca dejan indiferente y estimulan el debate más allá de la proyección. Más que suficiente para recomendarlas.