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El pasado mes de octubre el FBI desmanteló una web, The Silk Road, que se dedicaba al comercio negro de múltiples productos entre ellos las drogas. En principio, era un sitio anónimo, pero las pesquisas policiales llevaron hasta Ross William quien fue identificado como su fundador y, posteriormente, detenido. Hasta aquí la noticia podría ser una más de las recogidas todos los días en la sección de sucesos. Pero lo que le dio trascendencia mundial fue que el servicio de inteligencia estadounidense fue incapaz de confiscar gran parte de los beneficios de William  ya que estaban en una cuenta personal en bitcoins, nada menos que 600.000 bitcoins, unos  55 millones de euros al cambio de aquel momento.

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Para algunos ése fue el primer momento en su vida que escuchaban el nombre de esta moneda digital.  Para muchos de los que ya la conocían supuso la confirmación de que, como prometían desde su creación, esta moneda virtual está a salvo de todo tipo de injerencias por parte de los poderes establecidos. La idea resulta tan atractiva que la demanda de bitcoins se disparó hasta elevar su cotización por encima de los 1000 dólares por cada bitcoin en apenas unas horas. Casi al mismo ritmo crecieron las críticas y las advertencias ante los riesgos de utilizar bitcoins.

En realidad nadie sabe muy bien en estos momentos si estamos ante la moneda del futuro o ante un nuevo caso de burbuja financiera.

Todo comenzó a finales de 2008, cuando tras el estallido de la crisis, unos desconocidos decidieron poner en marcha una moneda virtual que burlara al sistema financiero establecido. Se diseñó un complicado sistema criptográfico que genera cada una de las unidades de bitcoin, que están electrónicamente identificadas de forma única. El sistema establece un máximo de 21 millones de unidades generadas, por lo que es la ley de la oferta y la demanda lo que determina su cotización. Cada usuario tiene una dirección electrónica donde guarda sus ahorros, que puede transferir a la dirección de otro usuario de manera anónima, realizando así un pago. Lo que sí queda reflejado en un libro de contabilidad global es cada una de las transacciones y su cuantía, para evitar que se utilicen los mismos bitcoins para realizar varios pagos.

Desde que, a principios de 2009, se realizase la primera operación, el número de webs que aceptan bitcoins no ha parado de crecer. Incluso, los empresarios del barrio de Berlín, Kreuzberg, han apostado por este sistema de pago en sus tiendas físicas. En paralelo también ha crecido la especulación con la divisa. Se han creado varias bolsas virtuales, entre las que destaca Mtgox, en las que se compran y venden bitcoins de la misma manera que en la Bolsa de Chicago se negocian todas las divisas mundiales.

Fue en este mercado donde tras la operación de The Silk Road  la cotización de bitcoin se disparó hasta superar los 1000 dólares aunque en apenas unos días sufrió una corrección hasta quedarse cerca de los 700 dólares. En cualquier caso, muy lejos de los pocos céntimos de dólar que valía cuando fue creada.

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La moneda virtual levanta pasiones, en todos los sentidos. A favor, cuenta con el apoyo de grandes magnates del mundo virtual como los gemelos Winklevoss, que disputaron a  Zuckerberg, la idea original de Facebook, hasta Bill Gates o Al Gore. La revista Bloomberg asegura que también hace furor en Silicon Valley. Allí los fondos de inversión que apostaron por Twitter, Skype y Spotify han invertido ya en Bitcoin. Incluso Peter Thiel, fundador de PayPal, el sistema de pago electrónico que más podría verse perjudicado, participa en una plataforma basada en la nueva moneda digital. Hasta hay un cajero en Vancouver (Canadá) que recarga el monedero virtual. Esta euforia no es de extrañar si miramos la rentabilidad media anualizada, que desde 2010 alcanza el 1637,9% frente a su inmediato competidor el S&P 500 que consiguió en el mismo período un 16,6%.

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En el otro lado, las críticas arrecian. El ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan ha advertido de la peligrosidad de este fenómeno especulativo. El Banco de China, ha prohibido oficialmente su utilización, provocando así un importante descenso en su cotización. El 8 de enero, la Autoridad Bancaria Europea actualizó un informe advirtiendo del riesgo de las monedas  virtuales entre las que destaca: perder el dinero, robo por violación de las contraseñas, imposibilidad de reclamar ante una compra en mal estado, alta volatilidad del valor asociado a la especulación y, finalmente, verse involucrado en tramas de blanqueo de capitales . Además, advierte que «en la actualidad no hay ninguna normativa específica que proteja a los consumidores contra las pérdidas en caso de inviabilidad o cierre de una plataforma que intercambie o mantenga tales monedas».

Eso sí, también deja la puerta abierta a una regulación futura,  ya que » la EBA está evaluando en la actualidad todos los aspectos relevantes concernientes a estas monedas para determinar si pueden y deben regularse y supervisarse».

Hasta que eso ocurra quienes quieran probar la experiencia de bitcoin lo mejor que pueden hacer es acercarse a ella con la misma prudencia con la que se va por primera vez a un casino: definiendo el dinero que podría permitirse el lujo de perder y evitar asociar su cuenta y sus contraseñas a ninguna otra que utilice en el mundo real.

 

 

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