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«El rey de Zanzíbar» o el fraude de un megalómano desenfrenado

Hay historias reales tan irreales que parecen escritas para convertirse en película, y cuando las ves no resultan creíbles aunque sean ciertas, aunque hayan ocurrido. Y es que aquello tan manido de que la realidad supera la ficción, si abandonamos los terrenos fantásticos de Marvel y otros universos, suele ser verdad, y a menudo alcanzando límites que rozan lo imposible. Vean sino esta miniserie documental de tres episodios (Max) sobre el fraude millonario del conocido como El rey de Zanzíbar. Un millonario polaco megalómano, narcisista y carismático embaucador, que orquestó una estafa piramidal desenfrenada y a todas luces deficitaria, un auténtico disparate financiero, y engañó a gobernantes, inversores, famosos que lo promocionaron gratis, socios, empleados y hasta a sus clientes, los turistas. Y solo con su cuenta de Facebook y un talento innato para vender humo. De hecho, consiguió incluso burlar a la justicia, y aunque juzgado y condenado, sigue paseando impunemente por las playas de Zanzíbar, y con el dinero del timo ha vuelto a invertir en el mismo sector. ¿Será capaz de volver a conseguirlo? Sería una secuela espectacular.

El rey de Zanzíbar.
Imagen promocional de la serie documental El rey de Zanzíbar.

El sujeto se llama Wojciech Żabiński. Un vividor con ínfulas de visionario que decidió crear un imperio turístico e inmobiliario sin apenas presupuesto, pero aprovechando la laxitud de las leyes tanzanas en materia financiera y tirando de su ingenioso y desvergonzado sentido del márquetin. Y así, con la ayuda de su teléfono móvil y a través de las redes sociales invirtió en popularidad, en sí mismo, en su imagen de emprendedor descalzo y camisa de flores, de filántropo vacacional, hasta conseguir la demencial credibilidad del triunfador sobre la que construyó la cadena hotelera Pili-Pili, que llegó a tener 17 hoteles en Zanzíbar. Algo que sería muy legítimo, incluso admirable, si no fuera por cómo lo hizo.

Investigación periodística

El documental no tiene grandes pretensiones creativas. Más bien parece una interesante, y por momentos fascinante, investigación periodística televisiva. Un trabajo documentado a base de entrevistas a todos los afectados, que va desgranando la estafa paso a paso. Y resulta increíble que este malabarista de las excusas y las mentiras, este genio de las apariencias y la improvisación, por muy acorralado que pareciera conseguía superar las adversidades con la connivencia, e incluso la ingenua colaboración de todos los que le rodeaban. Ilusos, vistos desde aquí. Pero eso sería subestimar el poder de convicción del estafador, cuyo carisma debía ser magnético, casi mesiánico.   

Aprovechar la COVID

Así, de una chabola en ruinas construyó un modesto hotel a pie de playa y empezó a lanzar disparatadas ofertas de ensueño, que en su Polonia natal se compraban como los chollos que eran. Europa estaba confinada por la COVID y en Zanzíbar no decretaron crisis pandémica alguna. Libre circulación. Con lo cual, a precio de saldo, los polacos se quitaban la mascarilla y a la playa. Y con todo incluido. Sin restricciones. Algo que imposibilitaba las ganancias del negocio. Pero con el dinero, Wojciech pagaba la entrada y compraba los hoteles en crisis por la falta de turistas europeos, y los llenaba de polacos a precios por debajo del coste.

En dos años adquirió 17 hoteles. El dinero, en slotis polacos, entraba a chorro, pero los gastos sumaban mucho más. Así que, agárrense a la silla, creo su propia moneda, los Pili Coins, y él mismo les asignaba el valor que le convenía. Era el dinero que circulaba en la cadena Pili-Pili.

Aun así la deuda era cada vez más grande. Pero seguía promocionando las vacaciones en el paraíso a precios de risa. Era más barata una semana en Zanzíbar que en Polonia. Había que conseguir más financiación. Así que impulsó una promoción inmobiliaria. Casas con vistas a la playa para comprar como segundas residencias. Pero los compradores se convertían en inversores. Hacían dos pagos previos y, a partir de ahí, cada mes recibían un 10% de las ganancias del proyecto inmobiliario. Así la casa les saldría casi gratis y en propiedad. Claro que, el magnate, ahora constructor y promotor, solo construyó una, para las fotos de Facebook, y jamás pagó a nadie. Ni casa ni dinero. Esto entre otras muchas fechorías, como albergar a clientes en un hotel en obras, con la consiguiente rebelión colectiva. Pero claro, ya habían pagado y estaban en Zanzíbar.

El malo gana

Al final, se descubrió que no era la primera estafa de Wojciech, que ya había sido juzgado en su país años atrás. Y le acabaron condenando a prisión y a indemnizaciones millonarias a los damnificados de sus tropelías. Pero el Gobierno Tanzano nunca lo extraditó, pues el empresario les debía mucho dinero y les prometió devolverlo con impuestos y puestos de trabajo para la población local. Así que hoy, Wojciech Żabiński sigue paseando por la playa, móvil en mano, con su camisa de flores y regentando algunos de los hoteles con los que estafó una fortuna que sigue gastándose en el paraíso tanzano.

Increíble pero cierto. Difícil de superar incluso para Marvel.

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