Yellowstone, estirpe de vaqueros con ambición de financieros
Pero hoy, aunque aún colea el expolio del hombre blanco y el espinoso conflicto de las reservas indias, tienen ya poco en común con aquellos iconos del western clásico. Son terratenientes, grandes e influyentes empresarios, que se enfrentan ferozmente al progreso en su más agresiva y especulativa versión urbanizadora. Hasta el punto de convertir la serie en un cóctel genérico que combina las sempiternas sagas de familias adineradas al frente de un imperio amenazado o en expansión, el cine negro en su vertiente más violenta, casi mafiosa, el mencionado western y una improbable versión fílmica del Monopoly, donde en vez de inversores y banqueros hay vaqueros y ganaderos.
Lo que demuestra esta serie, como lo hacen centenares de títulos desde los albores de la ficción fílmica, es que independientemente del género al que estén adscritas argumentalmente, siempre tienen en el dinero y la ambición, sexo y amor mediante, el motor de sus historias. Pero lo cierto es que, sin ser un alarde de originalidad, y precipitando las resoluciones en más de un episodio por exigencias del guion y la duración de los capítulos, la serie tiene una espléndida factura, es muy entretenida y genera suficiente empatía como para asegurarse la fidelidad del espectador, aunque por momentos ya evolucione con más inercia que energía.
Yellowstone puede verse en Movistar + y tiene cinco recomendables temporadas, que pueden completarse con sus precuelas, que incluso mejoran el material original. Por cierto, con Harrison Ford en el papel del patriarca, padre de Costner en la ficción.