Industry o la erótica del dinero
La erótica del poder es un clásico mil veces invocado para desarrollar argumentos ficticios, más o menos inspirados en casos o personajes reales. Pero se trata de un erotismo no necesariamente sexual, sino más bien una irresistible tentación capaz de seducir a cualquiera y arrastrarlo al lado oscuro de la ambición.
Pero en Industry el término se adopta de un modo bastante más literal, y parece que es el sexo, como vía de escape para los fantasmas de cada cual, la principal adicción derivada de las ansias de ese poder financiero, que sin duda se traduce en dinero. En fin, un drama de gente rica con ganas de serlo mucho más a costa de todo y de cualquiera, y que llena sus vacíos morales y sus maquiavélicas conciencias con experiencias sexuales de lo más variadas y alejadas de todo convencionalismo sentimental. Y todo ello aderezado con un segundo y previsible ingrediente, las drogas. “No es adicción si puedes pagarlas”, dice uno de los personajes, para que se hagan una idea.
Industry es una miniserie de ocho capítulos de HBO, de producción británica, que se contextualiza en el Londres de 2008, en los albores de la crisis económica. Un decorado financiero que sirve de poco más que de telón de fondo para la trama, del mismo modo que el banco de inversiones que acoge a todos los ejecutivos, directivos o becarios, en los cuales se centra el drama. Porque la serie no vertebra sus capítulos en diferentes historias de corte financiero, que impliquen grandes movimientos de capital o alianzas entre corporaciones, sino en el retrato de los personajes y las enfermizas relaciones que se van estableciendo entre ellos, y que no presagian nada bueno. Una opción que hace de esta serie una rareza dentro del género, pero no por ello una de las más interesantes. Puestos a posicionarse, y eligiendo solo entre series vigentes, prefiero de mucho Billions (Showtime) o Succesion (HBO), aunque formalmente sean más convencionales, e incluso previsibles.
Al centrarse casi exclusivamente en el retrato de los personajes, le falta solidez a la base del producto, y a poco que no nos seduzcan los protagonistas, que no consigan nuestra empatía colectiva, la propuesta se queda en poca cosa, ya que argumentalmente avanza poco del primero al último episodio. Y conste que los intérpretes, sin caras conocidas en el plantel, no están mal en general, pero el carisma de sus roles nunca resulta arrebatador, y nuestra atención se erosiona capítulo a capítulo.