¿Qué es el estrés hídrico y cuáles sus consecuencias?
La situación más extrema de estrés hídrico es la denominada desde hace unos años como “día cero”, que es cuando de los grifos deja de salir agua porque las reservas se han acabado. Una circunstancia que lamentablemente es cada día más frecuente en muchas zonas del planeta, y también en algunas latitudes de la geografía española en los meses de mayor sequía. Son esas jornadas de restricciones que se ven obligados a hacer muchas veces los ayuntamientos, sobre todo en verano, cuando cortan el agua durante varias horas diarias.
Los principales síntomas del estrés hídrico son, en lo referente a cantidad, la sobreexplotación de acuíferos, los ríos secos o los lagos contaminados; mientras que en términos de calidad se advierte un incremento de la salinidad del agua, la contaminación de la materia orgánica o la eutrofización del agua.
Un estudio del Instituto de Recursos Mundiales actualiza el ranking de países que padecen de estrés hídrico, y España figura en el puesto número 28 del mundo. Aunque resulta preocupante que algunas zonas del país, como es la cuenca del Segura, utiliza más del 100% de sus recursos.
De hecho, España está dentro de la categoría de estrés hídrico alto con un consumo global de recursos de entre el 40% y el 80% anual. En este sentido hay que destacar la relación del estrés con la presión hídrica que provoca la saturación turística de algunas zonas, que registran una desmesurada población flotante en temporada alta que provoca la sobreexplotación de los acuíferos de las zonas afectadas.
Según algunos estudios, de seguir a este ritmo, un 65% de la población española sufrirá las consecuencias del estrés hídrico en 2030. Y para evitarlo debería incidirse en fomentar desde las edades más tempranas las llamada cultura del agua, que permita entre todos la gestión sostenible de este valioso recurso.