La economía en el cine, recordando… «Pi, fe en el caos»
PI, fe en el caos narra la historia de un brillante matemático judío. Abducido por su obsesión cuántica y bursátil. Recluido en su piso. Una especie de templo de Diógenes mitad tecnológico, mitad orgánico, que parece cobrar vida por momentos en su cerebro enfermo y dolorido, aquejado de terribles migrañas. El joven está a punto de dar con el descubrimiento más importante de su vida: la decodificación del sistema numérico que rige el aparente caos del mercado bursátil. Pero primero ha de encontrar el valor del número PI, y mientras se acerca a la verdad es acosado por una agresiva firma de Wall Street, que a toda costa quiere hacerse con el hallazgo numérico, y una secta hebrea que pretende descifrar los secretos ocultos tras los textos sagrados. Pero el protagonista no lo hace por dinero ni por la gloria. De hecho, no sabe por qué lo hace ni lo quiere saber. Es lo único que sabe hacer, y lo hace. Una paranoia existencialista, aderezada con esa fantasía alambicada que tanto agrada a su director (el David Lynch de Cabeza borradora debe adorar este film), y que se nos narra despojada de cualquier ambición estética o de sofisticación técnica. En un blanco y negro quemado y con una textura basta y granulada, Pi es incómoda de ver, pero no deja indiferente. Sacude, aunque no acabas de saber muy bien que rincón de nuestra conciencia. La ambición, tal vez.