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Desperdiciar alimentos nos sale muy caro, y también al planeta

Quien más quien menos es consciente de que despilfarrar alimentos no es una actitud positiva. Es un gasto doméstico y personal innecesario, pero además implica otras muchas cuestiones éticas, ecológicas y económicas a nivel global, que a veces ignoramos por falta de información o porque no somos capaces de discernir su verdadera relevancia. Por eso conviene ser más más elocuente, más contundente, a la hora de enviar los mensajes de moderación y ahorro. Y así lo hace el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente en su Guía del Consumidor ofreciendo datos comparativos realmente sorprendentes que tal vez remuevan algunas consciencias e inspiren actitudes más concienciadas.

El desperdicio de alimentos es un despilfarro económico

La principal evidencia, lógicamente, es que con el alimento que se despilfarra podrían alimentarse otras personas que no tienen qué comer. Pero el despilfarro tiene otras muchas implicaciones y consecuencias directas realmente preocupantes. Por ejemplo, desde el Ministerio recuerdan que además del alimento desperdiciado, han sido inútiles los esfuerzos y costes de mano de obra, de recursos hídricos y de la energía empleada en la producción del mismo. Por no hablar de la pérdida de tiempo que supone, y que podría haber sido dedicado a cosas más provechosas.

En la guía se ofrecen ejemplos tan gráficos como elocuentes. ¿Sabías que es necesaria el agua de 100 millones de piscinas olímpicas para producir todos los alimentos que no se han consumido en el mundo en un año y que han acabado en la basura? Y es mucha la comida que se desperdicia. Según datos del Ministerio, un tercio de la producción mundial se pierde. Más de 1.300 millones de toneladas en el mundo. Casi ocho millones en España.

Con toda esa comida podrían alimentarse correctamente a 2.000.000.000 de personas al año. Una cifra escalofriante. Casi insoportable si pensamos que la solución podría estar en nuestra basura. Hay que tener en cuenta que más de mil millones de personas en el planeta no tienen acceso a una nutrición suficiente.

Según la Unión Europea, es en los hogares donde se desperdicia un 42% de los alimentos que se pierden. El resto se pierde en los procesos de fabricación (39%), distribución (5%) y en la restauración (14%).

Otros perjuicios

Como antes comentábamos, quizá no se hayan parado a pensarlo, pero desperdiciar alimentos supone un gran impacto en el medio ambiente y una enorme pérdida de recursos como agua, superficie agrícola y energía, que se emplean para producir los alimentos que finalmente se tiran.

De hecho, hay un dato muy significativo respecto al destino de los alimentos desperdiciados. Cuando estos se desechan acaban en los vertederos, donde su descomposición produce gases, como el metano, que contribuyen al calentamiento global. Si toda la comida que tiramos en el mundo la pudiéramos juntar y le diéramos entidad de país, éste sería el tercer productor mundial de gas de efecto invernadero tras EEUU y China.

Otro dato impactante es que el 30% de la superficie agrícola mundial se dedica cada año a producir los alimentos que luego son desechados.

Son datos que duelen o indignan sobre el papel, pero que no servirán de nada si no nos hacen reflexionar y cambiar/moderar alguno de nuestros hábitos por el bien de todos.

 

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