Que el matrimonio no te cueste el divorcio: consejos para ahorrar en la boda
El primero es replantearse la fecha primaveral, pues de mayo a septiembre (de ahí que este artículo se publique ahora) es la considerada temporada alta de las bodas, y los precios de todo aquello relacionado con estas celebraciones cuesta mucho más que en cualquier otra época del año. Y seguro que la pareja no se quiere menos en febrero. Ni en viernes o domingo, días en que las tarifas son inferiores a las del sábado, que es el día preferido para los banquetes.
En cualquier caso, y una vez establecida y cerrada la fecha – algo que conviene hacer con la máxima antelación posible, para poder negociar los precios con más margen y opciones-, es importante establecer un orden de prioridades. O directamente una lista de lo que es imprescindible y lo que no lo es, pues lo que no lo sea debe ser directamente excluido de los planes. No hay nada más barato que no hacer algo. Y son muchas las cosas que la euforia de la felicidad nos empuja a hacer sin necesidad ni trascendencia alguna. Todas ellas se pueden eliminar. Los excesos decorativos, por ejemplo, tanto en la iglesia como en el restaurante. Pasan desapercibidos y son caros. O las invitaciones físicas de boda, del todo innecesarias en los tiempos de internet. Un correo electrónico es más que suficiente, además de gratis. La excepción puede ser la familia directa, o los allegados de mayor edad, que tal vez no se manejen demasiado bien con las nuevas tecnologías.
Los regalitos – esos que suelen ponerse sobre los platos del banquete – también pueden suprimirse. Suelen acabar en la papelera más cercana al restaurante o en el cajón del olvido. Nadie les presta demasiada atención y la media de este tipo de “detalles de boda” está en unos 3€ por persona. En todo caso puede optarse por un bombón o galletita de agradecimiento, y una tarjetita con el nombre de los cónyuges. Basta y sobra.
Por cierto, el número de invitados es otro de los capítulos donde es fundamental aplicar los recortes, lo cual también abaratará los conceptos de párrafos anteriores. Ceñirse a las amistades reales y a la familia directa es la opción más barata. No por hacer una boda multitudinaria vas a ser más feliz. De hecho, aguantar a primos lejanos o compañeros de COU que no veías desde que el mundo era en sepia suele ser un engorro durante la celebración. Y cada cubierto vale mucho dinero. Cuantos menos seáis, más íntimo y más auténtico será el enlace.
El menú tampoco es barato en las bodas. Por lo general se piensa en quedar bien y se complica uno la vida con filigranas gastronómicas. La sofisticación sale cara, y sin embargo puede resultar muy elegante hacer propuestas sostenibles y ecológicas con productos de la tierra y de temporada. Un menú tradicional puede darle al banquete un toque personal y diferenciador, y además es mucho más económico. Y ya que estamos, también podemos jugar con el horario, pues la noche implica una buena cena, con sus copas y su fiesta posterior. En cambio, un brunch o un opíparo desayuno pueden resultar mucho más originales y, desde luego más baratos. Y si hemos optado por fechas primaverales o estivales, los ágapes pueden ser ligeros y complementarios a una agradable y divertida jornada alrededor de una piscina. Una boda diferente garantiza un recuerdo único.
Las fotos y el vídeo son temas a parte. Suelen ser los recuerdos más recurrentes “del día más feliz de nuestras vidas”, y renunciar a ellos es algo impensable. Pues bien, no lo pienses, pero encárgaselo a un amigo. Hoy todos tenemos amistades con buenas cámaras, y éstas ya no son solo fotográficas, sino que también hacen vídeo. Puede saliros incluso gratis, si los colegas se enrollan. Eso sí, por seguridad, lo más prudente es pedírselo a un par de ellos para las fotos y otro par que lo vayan grabando todo. Para evitar disgustos irreparables. Y una vez acabada la boda, te pasan las tarjetas gráficas y se vuelcan en el ordenador (con copia de seguridad en el disco duro, desde luego). No es necesario pasar todas las imágenes a papel. Eso vale un dineral.
Otro tema complejo es el del traje de la novia. A menudo la gran inversión del día. Y no tiene porqué ser así. Hay que desterrar esa idea y cualquier prejuicio al respecto. ¿Por qué nuevo? O incluso, ¿por qué de novia? Las posibilidades de abaratar en este capítulo son muchas y variadas. Para empezar, hay muchos y discretos lugares donde venden trajes de novia de segunda mano. Algo que nadie sabrá salvo tu misma. Están impecables y utilizados una sola vez. Aunque también puedes alquilarlo, y ahí el precio ya es infinitamente inferior. Más usado, sí, pero no por ello menos bonito. Aunque si lo que quieres es estrenarlo, tampoco tienes que romper la hucha. Existen establecimientos especializados en outlets de novia. No son vestidos con defectos ni mucho menos, sino de temporadas anteriores que han quedado descatalogados. Los hay que se venden con descuentos de hasta el 80% de su precio. Y viene a ser lo mismo, aunque ya no tan económico, aprovechar ventas de muestrarios, liquidaciones de final de temporada o promociones exclusivas. Hay que saber buscar, pero esas oportunidades también existen.
Pero por extraño que pudiera parecer, aún hay una opción más barata. Y además sentimentalmente entrañable. El vestido de novia prestado. Es decir, gratis. El que utilizó alguna de las mujeres de tu familia que se casaron antes que tú. Tu madre, tu abuela, tu tía, una prima, o incluso alguna amiga íntima. Sólo tendrás que hacerle algún pequeño arreglo para adecuarlo a ti, y compartirás un momento precioso con alguien especial. Además del novio, claro.
Respecto al traje del novio, lo más barato es siempre el alquiler. Hay multitud de lugares donde encontrar chaqués o trajes adecuados y a buen precio. Unas prendas que nunca volverás a ponerte. Y en lo que se refiere a los zapatos y complementos que necesites compra, elígelos pensando en que los puedas volver a utilizar en otras ocasiones, así los podrás amortizar.
Aún queda el ramo, por el que cobran auténticas fortunas solo por tratarse de un complemento nupcial. Lo mejor es buscar flores de temporada – tus preferidas – y hacer un ramo discreto pero personal, íntimo, y rodearlo con una cinta a juego. ¿Por qué más?
Luego está el gasto de peluquería y maquillaje. Un dispendio innecesario si llevas toda la vida haciéndotelo tu misma cuando quieres lucir en una fiesta. O en todo caso recurre a una amiga con habilidades en la materia. Siempre será más barato – sino gratis- que si vas a un salón de belleza.
En cuanto al coche, todos tenemos amigos o familiares con un vehículo grande y bonito, además de gratuito. ¡Qué necesidad tienes de llegar en un descapotable! Y menos en una limusina, ¡acaso estamos en Las Vegas!
Lo importante en una boda son los novios, no el envoltorio.