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Pagar sin dinero cuesta dinero: usa las tarjetas con criterio y responsabilidad

A veces parece que pagar con tarjeta no cuesta dinero. De hecho, podemos comprar incluso sin saldo, pues el crédito nos lo permitirá. Pero no debemos perder la perspectiva de la realidad, pues más pronto que tarde llegará el cargo, y además lo hará con intereses. Es decir, pagar sin dinero cuesta dinero, y conviene usar las tarjetas de crédito con criterio y responsabilidad. Les ofrecemos algunos consejos para no llevarse sorpresas.

El primero de ellos es no dejarse llevar por el entusiasmo que puede generar la facilidad con la que podemos conseguir dinero sin tenerlo realmente en el bolsillo. La sensación de riqueza al tener lo que realmente no tenemos puede ser una fuente de frustración enorme al volver a la realidad. Hay que ser sensato y realista y no gastar lo que no se tiene. Es la mejor manera de tener aún menos.

Pero aún hay una situación más grave que la anteriormente descrita, y esa llega cuando hemos gastado más de lo que podíamos y, para hacer frente a la deuda, decidimos usar el crédito de nuestra tarjeta. Al fin y al cabo, siempre que esté dentro de mi límite, me lo va a conceder. Es un enorme error y una gran irresponsabilidad intentar pagar deudas con un crédito, pues el crédito no es sino otra deuda, que seguirá creciendo y empeorando la situación.

Es este que comentamos un riesgo común cuando se tienen más tarjetas de las que necesitamos, pues puede caerse en la tentación de tapar la deuda de una con el crédito de la otra. Un buen consejo es tener solo las tarjetas que necesitamos. El resto genera gasto y no tienen un objeto claro, y además son susceptibles de tentarnos a incrementar el gasto, pues nuestro límite en una tarjeta estará aún intacto cuando superemos el de la otra. Si un banco nos ofrece su tarjeta, aunque sea una promoción ventajosa, no la aceptemos si no la necesitamos realmente. O en todo caso, si nos interesan las condiciones, siempre podemos substituir la que tenemos por la nueva.

Hemos hablado de límites de crédito, y es que efectivamente cada tarjeta tiene el suyo. Lo que ocurre es que este límite es negociable, y siempre puede solicitarse al banco que lo incremente si lo necesitamos. No es una buena idea tener un límite mayor del que podemos asumir, porque puede incitarnos a gastos que sobrepasen nuestras posibilidades financieras y nos creen deudas que no podamos atender.

Para llevar un buen control de tus gastos en dinero de plástico y no incurrir en excesos que nos compliquen la economía personal, es muy recomendable guardar siempre los recibos de todas nuestras operaciones. Por pequeñas que sean; en comercios, compras online o de extracciones en cajeros. El control del gasto nos ayudará en nuestra contabilidad y nos permitirá hacer un uso responsable de nuestras tarjetas, tan útiles y prácticas como peligrosas cuanto están fuera de control.

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