La Unión Europea dicta la desaparición de los halógenos en favor de los focos LED
La tecnología LED (Light Emitting Diode) funciona a través de un diodo semiconductor que emite luz al ser atravesado por una corriente eléctrica y, además de otras muchas ventajas, la principal y determinante es que supone un ahorro del 80% respecto a las lámparas convencionales. Además, la UE quiere conseguir con la retirada de los halógenos reducir la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas), responsables de buena parte de las emisiones contaminantes en el mundo.
La tecnología LED es menos contaminante porque no tiene mercurio ni tungsteno. Además, no genera calor, así que no quema. El 80% de la energía que consume se convierte en luz, al contrario que la bombilla incandescente, que pierde ese mismo porcentaje en forma de calor. Y por eso mismo el ahorro económico – no sólo el energético- es grande. Un cálculo genérico con una media de facturación habitual marca un ahorro de unos 50€ anuales comparado con las bombillas incandescentes y más de 200€ respecto a los halógenos.
Otras ventajas de los focos LED es que duran mucho más, son más resistentes a las temperaturas, a la humedad y las vibraciones, y su encendido es instantáneo.
Desde el Ministerio de Industria ponen también un ejemplo para justificar la medida desde la perspectiva del ahorro. Explican que una lámpara incandescente de 60 vatios ahora puede ser sustituida por una lámpara de tecnología LED de tan sólo 10 vatios. Esta sensible diferencia se nota y mucho en el bolsillo: encender 3 horas al día la lámpara antigua costaría 12 euros al año mientras que la de tecnología LED costaría 2 euros. El inconveniente, pues no todo son ventajas, es que las luces LED son más caras que las tradicionales. Un LED de buena calidad puede costar, de media, unos 10 euros mientras que una luz fluorescente cuesta la mitad.