Horario de verano: más sol, menos gasto
Pero curiosamente, aunque a groso modo todo lo que sea ahorrar y reducir el impacto ambiental parece positivo, no todos están de acuerdo con estas medidas. Entre ellos algunas organizaciones ecologistas y sanitarias, que consideran que lo que se ahorra por una parte se pierde por otra, y que en algunos casos puede tener consecuencias negativas para la salud.
La cuestión es que, a pesar de las innegables consecuencias negativas de rebajar el consumo energético, que se traduce en ahorro económico pero también en una menor contaminación ambiental, los detractores ecologistas aseguran que el cambio de hora puede provocar picos de demanda de electricidad, con lo que el ahorro que puede producirse en determinadas horas quedaría anulado por el incremento del consumo energético en otras en las que, por ejemplo, se consume más aire acondicionado. O sea, que nunca llueve a gusto de todos.
Y tampoco en cuestiones de salud, pues hay quien considera que esta modificación horaria puede alterar los biorritmos en las personas, lo que provocaría una inevitable baja de la productividad en el trabajo durante unos días en los que estamos más cansados, con la consecuente pérdida económica que ello supone para el tejido empresarial. Sin olvidar los efectos que sobre la salud tienen estas alteraciones.
Este cambio horario se viene efectuando desde la Primera Guerra mundial, cuando se tomó esta medida para ahorrar carbón. Pero no empezó a generalizarse hasta el año 1974. Fue a raíz de la primera crisis del petróleo, cuando algunos países, entre ellos España, decidieron adelantar sus relojes para aprovechar mejor la luz del sol y gastar menos electricidad en iluminación. Desde 1981 el cambio de hora se aplica como directiva comunitaria y es obligatorio en los 27 estados miembros de la CEE.
Las motivaciones que llevaron al Parlamento Europeo a establecer este cambio horario iban más allá de las puramente económicas en el marco energético, ya que dicha medida se considera también muy positiva para la optimización de recursos en los sectores del transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo y el ocio.