Cómo hemos cambiado: Las finanzas personales en los recuerdos del abuelo
Recuerdos de finanzas personales que siguen vivos
El primer recuerdo que Luciano tiene de su vida financiera es la cartilla de ahorros que sus padres le regalaron para su primera comunión, allá en 1946. Inició su andadura en finanzas personales con seis pesetas depositadas en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, entidad fundada en 1844 que, tras la fusión con la Caja de Pensiones, constituyó en 1990 la que hoy conocemos como La Caixa. De esas seis pesetas (entre tres y seis euros de ahora) y de aquella cartilla nunca más se supo. Eran tiempos de posguerra, hambre y pobreza en España, y se vivía al día. El dinero duraba poco. Eran los años de las cartillas de racionamiento (27.071.978 españoles las tenían en 1943) y del estraperlo.
Años en los que se trabajaba de todo, en varios sitios a la vez, y a cualquier edad. El poco dinero disponible para la mayoría de familias se guardaba en casa; gran parte del sueldo (se cobraba por semanadas) iba para liquidar las cuentas en los colmados y otros comercios del barrio. A quien pagaba, aunque fuera poco a poco, se le fiaba. El sistema funcionaba por la confianza, solidaridad y responsabilidad personal de los vecinos. Prosperaban las cooperativas, donde se cambiaba el dinero por fichas con las que se podían comprar diversos productos a precios más ventajosos, fidelizando así clientes y consumidores.
Trabajando desde los 14 años
Luciano empezó a trabajar con un contrato formal a los 14 años en Básculas y Balanzas Magriñá de Barcelona, empleo que a los 19 tuvo que abandonar como tantos mozos para efectuar el servicio militar durante dos años. Al finalizar regresó a la empresa, pero al poco, en 1959, fue empleado por Ossa (Orpheo Sincronic Sociedad Anónima), famosa fábrica española de motocicletas que empezó su andadura fabricando proyectores cinematográficos y motores fuera borda en una época donde se necesitaba de todo y se reutilizaba todo. De aquellos años fue su primera libreta de ahorros, una cartilla donde el empleado del banco anotaba pulcramente los depósitos y retiradas de efectivo. En Ossa recuerda haber cobrado 12.000 pesetas al mes.
En las finanzas personales de entonces, los salarios recibidos prácticamente no pagaban impuestos. El patrón descontaba una pequeña parte del dinero para pagar la mutua de accidentes de trabajo, y la empresa completaba la cuota. No existía seguridad social tal y como la conocemos. De la asistencia sanitaria de los trabajadores con menos recursos se encargaban jóvenes médicos voluntarios de la Falange, que prestaban sus servicios sin cobrar y con muy pocos medios. También había dentistas voluntarios. Era otro mundo.
Prosperando, céntimo a céntimo
De Ossa, Luciano pasó a trabajar a Laboratorios Almirall a finales de los 60 con un sueldo de 17.000 pesetas al mes. Ya sacaba adelante a su familia y empezaba a vivir la incipiente modernización y despegue de la economía española. Los créditos todavía no existían, las compras importantes se financiaban con letras de cambio o con préstamos de las empresas empleadoras. Su primera vivienda en propiedad la adquirió entrando en una cooperativa patrocinada por el sindicato vertical: le costó 98.000 pesetas pagaderas en 30 años y en mensualidades asequibles. Así compraron muchísimos españoles su casa en los 60: pisos pequeños y modestos de una clase media que comenzaba a despuntar. Una curiosidad para los más jóvenes: dada la gran diversidad de tamaños y configuraciones de esas viviendas, los muebles se fabricaban a medida. IKEA llegó mucho tiempo después.
Tras la casa, llegó el coche: un Seat Seiscientos de segunda mano que compró por 32.000 pesetas a un compañero que no podía pagar a la vez las letras del vehículo y una costosa reparación sobrevenida. Cabe recordar que un Seiscientos salía por más de 60.000 pesetas, casi como un piso pequeño, y que había una enorme lista de espera para su adquisición. Para los no pudientes, como era el caso, sólo el ahorro, la constancia y la responsabilidad, en lo que a finanzas personales se refiere, permitían financiar ese lujo.
Mirando hacia atrás sin ira
Luciano se jubiló anticipadamente el año 1995 siendo Jefe de Mantenimiento de la fábrica que la empresa alemana Pelikan tenía en Mollet del Vallés, Barcelona, tras casi 50 años de trabajo ininterrumpido en diversas empresas. Aquel joven aprendiz de la posguerra es ahora un veterano y elegante octogenario que recuerda con orgullo que nadie le regaló nada en la vida y que ha podido llegar hasta hoy con dignidad y salud para contarlo. Un ejemplo para los más jóvenes y un libro abierto de historias veraces para quien quiera escucharlas. Se aprende más con ellas sobre finanzas personales que con cualquier manual de autoayuda financiera.
Un cordial saludo, y recuerden: “never surrender”.