Economía compartida, vía entre empresa y cliente
Lo que empezó como una aventura en un garaje de unos estudiantes con espíritu innovador copa ya un peso considerable en la generación de riqueza del mundo actual. En un espacio de tiempo relativamente corto, proyectos como Google, Facebook, Apple, Tesla han logrado competir de tú a tú con las mayores compañías en las principales bolsas del planeta que han tardado décadas y siglos en consolidarse en el mercado mundial.
La crisis, cuna de la economía compartida
Lo más importante es que esta aventura no ha hecho más que empezar. Curiosamente, los negocios que emanaron de Internet en la última década se abrieron camino y calaron en el espíritu de consumidores en medio de una de las crisis económicas más severas del último siglo, aportando riqueza, progreso y empleo. Quizá, fue la severidad de la crisis la que propició el caldo de cultivo necesario para el auge de la nueva economía compartida. Finalmente, las grandes compañías tampoco han podido sustraerse al embrujo tecnológico para crecer en negocio, personal y, cómo no, en clientes:
- Hoy nadie busca trabajo sin utilizar redes de empleo como LinkedIn o Monster. Hoy nadie contrata un seguro sin utilizar comparadores como Rastreator.
- Hoy nadie busca alojamiento sin consultar web del mercado inmobiliario como Idealista, Fotocasa o sus comparables en otros países.
- Y mucho menos a la hora de planificar nuestro ocio, nuestras vacaciones, nuestros viajes. Esas que muchos de nosotros estamos disfrutando en estos días.
Y la lista no acaba ahí, según el Observatorio Cetelem del Motor, el 97% de los jóvenes españoles utiliza Internet como medio de consulta en el proceso de compra de un coche y las redes sociales destacan como las plataformas más consultadas. Las nuevas tecnologías aplicadas a la economía social se siguen abriendo camino en sectores como el transporte personal en la ciudad (desde el coche a la bicicleta), la financiación de proyectos empresariales (crowdfunding) o la emisión de moneda virtual como Bitcoin.
La indispensable cohabitación entre nuevo y tradicional
Lo más positivo es que, aunque las iniciativas de éxito de la economía compartida han modificado muchos modelos de negocio tradicional, no han acabado con ellos y han permitido que se mantenga una convivencia, dando al ciudadano más posibilidades de elegir, más comodidad y más libertad. Cierto es que su aterrizaje en la vida cotidiana no ha estado exento de alguna polémica que ha ocupado las páginas de los medios de comunicación.
Las últimas protestas del sector del taxi frente al empuje de Uber o Cabify en España son un claro ejemplo. Pero tampoco se puede afirmar que las nuevas empresas de economía compartida hayan extinguido sectores tradicionales. La actuación de las Administraciones y los cambios normativos han limado las aristas de convivencia entre la nueva economía y la tradicional. Gracias, en parte, a las nuevas tecnologías que en forma de aplicaciones han dado oxígeno a modelos en parte caducos y con necesidad de renovación.
Sin salir del sector del taxi, aplicaciones promovidas por las propias organizaciones como MyTaxi, TaxiClick o TaxiYa, han situado al sector en corazón del nuevo milenio y le han subido a la ola de la economía compartida, sólo con conexión a Internet:
- Permiten indicar al taxista dónde nos encontramos sin necesidad de conocer la dirección.
- Pagar el trayecto desde el propio móvil.
- Reservar un taxi con cuatro días de antelación.
- Saber cuánto tardará el taxi en recogernos.
- Conocer un precio aproximado del trayecto en el momento de solicitar el servicio.
- Reservar un vehículo adaptado a necesidades especiales (discapacidad, viaje con mascota), con la misma facilidad que lo hace cualquier usuario.
En los albores de la 4ª revolución industrial
Las nuevas tecnologías han propiciado lo que los economistas ya defienden como la cuarta revolución industrial de una forma innegable. Resulta sorprendente comprobar que:
- La mayor compañía de taxis del mundo, Uber, no dispone de vehículos propios.
- La mayor red de alquiler vacacional, AirBnB, no dispone inmuebles de su propiedad.
Y las cifras, como siempre, cantan. En 2014, la facturación global de Uber alcanzó los 2.910 millones de dólares. En 2017, a pesar de registrar pérdidas y toparse con múltiples barreras administrativas, facturó 37.000 millones de dólares. En menos de una década, el proyecto que empezó como un experimento con tres coches que operaban en Nueva York ha despertado el interés de los inversores internacionales y es muy posible que en 2019 acompañe a Google, Facebook o LinkedIn en los mercados bursátiles.
Cabify, el ejemplo español de Uber, ha experimentado un crecimiento igual de espectacular desde su fundación en 2012. En la actualidad, además de en España, opera en Portugal y en 10 países de América Latina.
Airbnb, tras 10 años de funcionamiento, alcanzó un valor de mercado de mercado de 25.000 millones de dólares en 2016, por delante de grandes cadenas hoteleras como Marriot, Starwood o Wyndham y a la altura de Hilton Worldwide (27.000 millones de dólares).
El éxito de estas compañías de economía compartida, cuyos ejemplos no ampliamos para no hacer interminable este post de Domestica tu Economía y darle un barniz didáctico, ha sido dar valor a miles, millones de activos infrautilizados, y acercarlos a la sociedad de una forma:
- Útil,
- Sencilla
- Y barata.
En definitiva, el logro de la economía compartida ha sido sacar provecho social y económico a las nuevas tecnologías, con Internet a la cabeza y la generalización de la telefonía móvil. La idea sigue siendo imprescindible, en esta cuarta revolución industrial y en las anteriores. La novedad se asienta en dos axiomas que marcan la diferencia:
- La posibilidad de llevarla a cabo gracias al desarrollo tecnológico sin apoyo externo de inversión inicial.
- Y a la sociabilización de la acción: aunque suene extraño “compartir es ganar”.