El persistente empuje del consumo colaborativo en España
- La explosión de las nuevas tecnologías y de la conectividad en todos los dispositivos
- La austeridad por la crisis económica que trajo ocho años de vacas flacas a la clase media española
- La llegada al mercado de la generación millennial, con escaso poder de compra y alta capacidad de interacción omnicanal
Las cifras son elocuentes. En 2015, las plataformas de consumo colaborativo y sus proveedores generaron un volumen de negocio bruto de 28.000 millones de euros en la Unión Europea, según el Foro Europeo de la Economía Colaborativa. Las previsiones indican que podría llegar a representar entre 160.000 y 572.000 millones de euros en un futuro. Para 2025, PWC prevé que las principales actividades de consumo compartido supondrán un volumen de 335.000 millones de dólares.
El empuje del consumo colaborativo en España
En España, el consumo colaborativo ha calado con fuerza, comparado con las ratios de penetración del mercado europeo. Particularmente, en compra-venta de segunda mano e intercambio de servicios entre particulares según el Observatorio Cetelem.
En uso de vehículo compartido y alquiler de vivienda tenemos un poco más de retraso. Seguramente, por los problemas legales y las protestas de los sectores afectados que se han generado en nuestro país. A pesar de ello, las novedades de nuevas soluciones de consumo compartido en estos campos siguen inundando el mercado.
Acciones no exentas de polémica social
Sin embargo, pese a los beneficios del consumo colaborativo, su fuerte desarrollo no ha estado exento de polémica social. Hay quienes ven en el consumo compartido un medio efectivo de transformación social. Otros sólo lo consideran como una fuente de competencia desleal que amenaza el mercado de trabajo.
Concretamente, los servicios de transporte compartido han puesto en pie de guerra al sector del taxi tradicional. La problemática legal y fiscal que ronda a estas actividades ha obligado a las autoridades a tomar cartas en el asunto. La CNMC, en España, tomó partido y se criticó en 2016 a las medidas del Gobierno para prohibir la actividad de UBER y Cabify. Otras plataformas como Airbnb, HomeAway, Blablacar, Comunitae, tampoco han estado exentas de sentir el aliento de las instituciones reguladoras.
No obstante, los expertos coinciden… A pesar de las barreras que van surgiendo, el consumo colaborativo seguirá la senda de crecimiento entre los ciudadanos. Incluso más allá del avance de las nuevas soluciones tecnológicas.
Consumo colectivo, Consumo social
Las compras colectivas también son una faceta de este movimiento social. Curiosamente, estas iniciativas han resuelto satisfactoriamente los resquemores de las grandes empresas del sector. Las compras colectivas de carburante, telefonía o electricidad han abierto una senda colaborativa en España. Una iniciativa que beneficia tanto a usuarios como a las compañías que ganan, por ofrecer el mejor precio, las subastas organizadas por colectivos de consumidores.
El consumo colaborativo, al margen de las ventajas para el ahorro en el presupuesto familiar, tiene además un componente de sostenibilidad ambiental que anima al consumidor a prescribir las nuevas iniciativas colaborativas. En España, el “carpooling” ahorró dos millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera en 2016. Un resultado que se acentúa con los viajes en coche compartido, explica un Informe sobre economía colaborativa en el que han participado Room Mate, Mytaxi y SEUR. No sólo eso. También hay otros casos de asociaciones y cooperativas de consumo ecológico, como las iniciativas BioAlai o Landare, que además del ahorro en el consumo de productos alimenticios sanos promueven otras iniciativas ciudadanas (bancos de tiempo) para conseguir una comunidad mejor y con sintonía ecológica.
¿Qué va cómo un tiro y qué necesita un empujón?
Los servicios de consumo colaborativo con más tirón en España y que han atraído inversiones son, hoy por hoy:
- Las ventas de segunda mano entre particulares, como ya hemos dicho, con el fenómeno Wallapop con mayor exponente de este nicho. Le siguen otros gigantes como E-Bay. Vibbo (antiguo Segunda Mano).
- Lo mismo sucede el intercambio de servicios. En este nicho, las iniciativas están muy atomizadas, dada la gran variedad de posibilidades. Desde cuidar mascotas (como es el caso de Gudog, alternativa a las residencias caninas), hacer de guía turístico de la ciudad (Withlocals, Beetripper), compartir garaje o trastero (Letsmyplace), hasta ayuda en el hogar (CronoShare, menaje y bricolaje).
En cambio, aunque con fuertes agentes y proyección fuera de nuestras fronteras, nos encontramos con cierto retraso, o dicho de una forma más políticamente correcta, todavía existe un largo recorrido en:
- Alquiler y alojamiento vacacional. Son opciones que se pueden encontrar en las plataformas Airbnb o Homeway y Top Rural.
- En Transporte compartido, España se encuentra aún por detrás de la media UE. No obstante, los referentes son los mismos que en otros países vecinos: BlaBlaCar, Uber o Cabify.
- Préstamos y finanzas entre particulares. La financiación entre particulares también ha sido tomada en serio por las autoridades europeas y en España ya tenemos normativa para el crowdfounding, orientado a mecenazgo y proyectos empresariales (Comunitae, Arboribus o MytripleA) y el crowlending, préstamos personales. También es reseñable el reciente caso de Housers, una plataforma de crowdfunding inmobiliario que organiza compras colectivas de inmuebles.
Del consumo responsable a la ciudad inteligente
Lo cierto es que el consumo colaborativo y sus tendencias figura cada vez más en las estrategias de las grandes marcas, porque también le pueden sacar partido. Las opiniones de los consumidores, además de las que vuelcan en las redes sociales, recalan en los foros de las nuevas plataformas y aplicaciones y sirven para conocer con más precisión el perfil del consumidor y las intenciones de compra.
Tampoco los responsables de la gestión de las ciudades pierden de vista las posibilidades de mejora de la economía compartida. Las ciudades inteligentes (Smartcities, en inglés) tienen un fuerte componente de consumo colaborativo. España también está bien situada en este movimiento ciudadano que pretende ampliar a las ciudades el concepto “inteligente” aplicado por las empresas tecnológicas a los teléfonos, las televisiones, los coches y las casas. Es el caso de iniciativas como Sharing Madrid, un encuentro organizado en estas fechas por la Asociación Española de la Economía Digital (Adigital) y Sharing España para impulsar mejoras en movilidad inteligente, eficiencia energética y servicios ciudadanos gracias al avance de las nuevas tecnologías.