La cara y la cruz del ahorro en las compras de tamaño familiar
En primer lugar hay que recordar algo que por lógico parece evidente, pero que a menudo se pasa por alto y se acaba pagando. Esto es: cuando compras algo que no necesitas, siempre es caro, por barato que sea, pues era un dinero que no pensabas gastar y ya no lo tienes.
Y si has adquirido un producto que necesitabas, pero para abaratar la compra has comprado un pack grande que hace disminuir el precio por unidad, pregúntate si necesitabas tanto. Si hay más pero te sobra, y entonces hay que tirarlo, te ha vuelto a salir caro. Y en este caso, además, también al medio ambiente, pues es una pena y una falta de responsabilidad ambiental malgastar los bienes o los alimentos escasos.
Por estos motivos, al comprar envases grandes o familiares que reúnen varios paquetes, botes o botellas, conviene no mirar solo si el precio por unidad sale más barato que comprarlo uno a uno, pues hay otros factores de la ecuación que marcan el verdadero mejor precio.
Compartir es ahorrar
Con estas advertencias no queremos decir que todas las ofertas sean engañosas o relativas. A menudo los packs familiares son un ahorro o pueden serlo si sabemos gestionarlo. Un truco para ello son las compras compartidas. No es difícil ponerse de acuerdo con un familiar, un amigo o vecino y hacer una compra conjunta. Cinco botellas de dos litros pueden ser demasiadas aunque salgan más baratas, y si son de leche tal vez caduque alguno de los seis tetrabriks, pero si se distribuyen tres y tres o de dos en dos entre tres compradores, entonces la unidad sale más barata, se aprovechan todas y el ahorro es óptimo.
Y ya que se menciona la caducidad en el anterior ejemplo, ese es un aspecto muy importante a tener en cuenta en las estrategias de ahorro, pues comprar packs grandes de productos perecederos es más arriesgado que hacerlo, por ejemplo, con cajas de vino. De hecho, una de las mejores formas de ahorrar en una casa con los artículos de la compra es precisamente hacer una buena previsión de consumo, y no dejar que los productos se echen a perder.
Otro riesgo viene unido a un ahorro previo, y es de carácter psicológico. Y es que cuando un bote es más grande, la sensación lógica es de que hay más, de que aún queda, y por lo tanto gastamos sin tanta contención como cuando nos queda poco producto. Este problema es muy habitual con los botes de gel o champú, por ejemplo. Los botes grandes ofrecen más cantidad por menos dinero, pero las dosis que empleamos son más grandes – por anteriormente dicho-, y el bote dura casi lo mismo que uno pequeño. Y es que cuando se está acabando usamos menos. Es inevitable. Es psicológico.
Una solución es ponerle a las botellas un dosificador que siempre nos dispense la misma cantidad de gel o de cualquier otro producto (licor, azúcar, vinagre), de modo que a más cantidad más durará.