Ahorrar al volante
Algunas de estas pautas nos parecerán evidentes, pero en tal caso deberíamos preguntarnos por qué no las cumplimos siempre que nos sea posible. Por ejemplo, a nadie se le escapa que arrancar el coche dando acelerones, y la conducción brusca en general, que incluye las frenadas y las reducciones de marcha forzadas, suponen un gasto extra de combustible. Casi podríamos decir que el mismo ruido del coche es un indicativo claro de ello. Pero aun así, a menudo lo hacemos. Tampoco hay que usar la primera marcha más de lo necesario. Y eso reduce su utilización al momento de arrancar y para aparcar. No hay otro motivo en condiciones normales de circulación. Y tampoco es necesario acelerar cuando le damos al contacto. Basta con pisar el embrague al girar la llave. Por si hubiera una marcha puesta. Y después, si el vehículo es de gasolina ya podemos arrancar. Si es de gasoil conviene esperar unos segundos.
A partir de ahí, las marchas largas son esenciales para gastar menos carburante. Se deben utilizar siempre que se pueda y a pocas revoluciones con el acelerador a medio gas. Incluso por ciudad se puede circular perfectamente en cuarta o quinta marcha. Y una vez en movimiento hay que intentar mantener la velocidad lo más uniforme posible, buscar fluidez en la circulación, evitando frenados, aceleraciones y cambios de marcha innecesarios. Para decelerar, basta con levantar el pie del acelerador y dejar rodar el vehículo con la marcha metida en ese instante. Frenar después de forma suave con el pedal del freno y reducir lo más tarde posible. O no hacerlo. Si el momento lo permite, tal vez baste con quitar la que se lleva y frenar del todo. Sin forzar. Las reducciones gastan más de lo que se desgasta el freno.
Cuando levantamos el pie del acelerador con el motor en marcha se detiene el suministro de combustible (no hay gasto). De modo que es muy recomendable aprovechar la inercia de frenado del propio coche.
Si no forzamos el vehículo se consume menos gasolina. Por ello es importante conocer nuestro coche y respetar su funcionamiento óptimo. En los de gasolina este punto se encuentra alrededor de las 2.000 revoluciones por minuto (rpm) mientras que en los diésel ronda las 1.500 rpm. Por encima de estos límites se está forzando la máquina y se dispara el consumo. Y ni que decir tiene que, en este sentido, la edad del coche es decisiva, pues un coche antiguo gasta siempre más que uno nuevo se respete o no su funcionamiento óptimo.
Toda una serie de recomendaciones que tienen un denominador común en nuestra conducción si queremos que esta sea eficiente, y que no es otro que la anticipación. Si estamos atentos a las evoluciones del resto de conductores – para lo cual es imprescindible mantener la distancia de seguridad y tener así una visión al menos de tres vehículos por delante del nuestro-, podremos anticiparnos a las posibles reacciones inesperadas que nos obligan a frenar en seco, a reducir bruscamente o a dar acelerones. Y si evitamos todo eso, ahorraremos mucho combustible.
Por último, y respecto al funcionamiento mecánico del coche, recordar que es muy recomendable para ahorrar que se apague el motor cuando se hace una parada de más de 60 segundos. A no ser que nuestro vehículo esté equipado con el sistema Start-Stop, ya que en tal caso lo hace de forma automática.
No obstante, hay otros factores que posibilitan el ahorro de combustible aunque no afecten directamente al funcionamiento mecánico del vehículo ni a la pericia del conductor. Un viaje bien planificado, por ejemplo, le permitirá llegar a su destino de la manera más rápida, fácil y segura, con un gasto de combustible inferior al que se consumiría dando tumbos por las carreteras en busca de un destino incierto.
La presión de los neumáticos es también un tema muy importante tanto para la seguridad como para el ahorro. Si es inferior a la correcta se reduce considerablemente el rendimiento del combustible. Hasta un 2% en áreas urbanas y un 4% en las suburbanas.
El exceso de carga también provoca un gasto extra de carburante, por lo que es recomendable no llevar peso excesivo si puede evitarse. Y tampoco conviene usar el aire acondicionado si no es del todo necesario. En la ciudad sale más rentable abrir las ventanillas (si la temperatura exterior lo permite). Al contrario, en carretera la resistencia del aire al conducir a mayor velocidad hace que sea más apropiado cerrarlas y activar la refrigeración. A una temperatura moderada, eso sí.