Ahorradores, que no cunda el pánico
En un sistema donde el pilar fundamental es la confianza, vemos como se están difuminando, en apariencia, todos sus elementos facilitadores. La realimentación continua de noticias negativas; la sucesión de desesperanzadores escándalos; la poca ejemplaridad pública de algunos agentes económicos y políticos; todo hace que el ciudadano de a pie apenas pueda sustraerse al peor de los sentimientos: el miedo. No obstante, no es un miedo constructivo, sino paralizante, que propicia la insensatez, la sinrazón y, no en pocas ocasiones, el pánico.
Hablamos de pánico cuando existe miedo extremo o terror producido por la amenaza de un peligro inminente, real o imaginario y que con mucha frecuencia es colectivo y contagioso.
La transición crítica que ocurre durante el pánico es el cambio de un comportamiento que viene estimulado desde nuestro entorno a un comportamiento que procede de nuestro interior por puro mimetismo grupal.
En este contexto, nos hablan de sacar ahorros de los bancos, de guardarlos en colchones, de abrir cuentas en otros países, de correr en todas direcciones como pollos descabezados. Descabezados, esa es la palabra, y es la peor que se nos puede aplicar cuando hablamos de dinero.
¿Podemos hacer algo para controlar este pánico y evitar la adopción de decisiones insensatas? Desde luego.
1) Respirar hondo y aislarnos del ruido mediático. Lo primero de todo es reflexionar y hacer recapitulación de nuestra situación financiera. ¿Qué tenemos, cuánto, dónde? ¿Realmente peligra? ¿Nos estamos dejando llevar? Debemos recordar que la buena información resulta un arma imbatible.
2) Dejar de pensar en negativo. Una vez evaluada nuestra situación, será necesario dilucidar si resulta necesario hacer algún cambio para mejorar nuestra seguridad económica o si, por el contrario, estamos bien cubiertos y diversificados.
El secreto: preguntar, preguntar y preguntar. Empezando por nuestra propia entidad financiera. Debemos comprender lo que nos expliquen: ventajas, servidumbres, condiciones, riesgos, compromisos. Todo. Si no es así, ocurren dos cosas. Primero, somos vulnerables. Segundo, no estamos siendo atendidos debidamente como clientes. Una entidad que no nos valora, por muy modestos que sean nuestros ahorros, no nos merece. Ésta es una regla de oro que toda buena empresa cumple a rajatabla.
El miedo es una emoción positiva y necesaria que nos recuerda que somos cuidadosos. Para que no desemboque en pánico, debemos estar bien informados, leer, escuchar y preguntar, vigilar bien nuestros ahorros y mantener nuestras emociones proporcionadas a la situación, con una adecuada perspectiva.
Y no olviden la sensatez. El Diccionario de la Real Academia la define como la cualidad de sensato. Sensato, por su parte, significa prudente, cuerdo, de buen juicio. La sensatez ha sido siempre referencia para el correcto proceder de todo individuo. Y ayuda a desechar el pánico.
Por tanto, ya saben: please, don’t panic. Hasta el próximo artículo.
Sebastián Puig Soler
Analista, escritor y conferenciante
Escribe habitualmente en su blog “Esto Va de Lentejas”
Puedes seguirlo en Twitter en @Lentejitas