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La deuda de las familias españolas se situó en diciembre del año pasado en 787.393 millones de euros, su nivel más bajo desde antes del inicio de la crisis, según el Banco de España. En un solo año, dicho  descenso ha sido del  5,5%, lo que indica el esfuerzo que los ciudadanos están realizando para ajustar unas economías muy afectadas por la difícil coyuntura económica vivida en estos últimos años.

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Tal reducción del endeudamiento está siendo posible porque una gran parte del ahorro familiar se dedica a pagar las deudas contraídas, lo que a su vez incide en una menor renta disponible. Muchos hogares se ven obligados a ser tremendamente selectivos con sus gastos. No obstante, a menudo esas decisiones no están bien meditadas y obvian posibilidades de ahorrar que pueden resultarnos poco visibles.

En “Save Outside The Box: Ahorra Más Allá de lo Evidente” proponíamos algunas ideas sencillas al respecto.  Los lectores, a su vez, hicieron interesantes aportaciones en la segunda parte de dicho artículo. Como decíamos entonces, lo esencial es no dejar nunca de reflexionar ni de cuestionarnos nuestra realidad económica.

Hoy vamos a tratar de dar una tercera vuelta al tema del ahorro, y proponer maneras adicionales de mejorar nuestra renta familiar y, por lo tanto, contribuir a nuestro bienestar material. En los tiempos que corren no nos queda otra:

  • Con el coste de la electricidad por las nubes, un hábito que nunca deberíamos olvidar es el de apagar nuestros aparatos eléctricos cuando no están en uso. No es lo mismo apagar que dejar en modo inactivo. Seguir esta recomendación nos puede ahorrar entre 50 y 100 euros al año de media en la factura de la luz. Por supuesto, tener electrodomésticos energéticamente eficientes es más que recomendable. Su precio superior se amortiza con un uso inteligente e intensivo.
  • No deberíamos comprar algo simplemente porque está de rebajas o de oferta. Hagamos la checklist del comprador ansioso: no tiene sentido adquirir una cosa si no la necesitamos, no nos la podemos permitir o no la vamos a utilizar. En este mismo sentido, recomiendo desactivar en Internet las opciones por defecto para comprar con un clic. Es importante que el proceso de compra venga acompañado de cierta reflexión. La tentación compulsiva es muy grande.
  • Con la publicidad ocurre lo mismo: no nos damos cuenta de que ese anuncio tan atractivo que estamos viendo en la televisión no sabe nada de nosotros, de nuestras circunstancias, objetivos y condicionantes económicos. En realidad, tampoco le importamos, salvo como compradores potenciales de su producto o servicio. Seamos conscientes de ello.
  • Comparemos siempre precios en tiendas, supermercados e Internet. Las diferencias pueden ser muy sustanciales. No TODOS los establecimientos tienen TODOS los productos más baratos. Tampoco Internet es SIEMPRE la panacea. Quien está atento y dedica un poco de tiempo a investigar y discriminar, ahorra seguro.
  • No desperdiciemos comida. Tirar alimentos es un comportamiento poco decente en los tiempos que corren, y supone un despilfarro inaceptable de dinero. Las opciones de envasado y compra que tenemos hoy en día a nuestra disposición son abundantes y se ajustan a casi cualquier necesidad.
  • Salvo por motivos de salud, necesidades especiales o sabores extraños, podemos perfectamente evitar comprar agua embotellada.  En primer lugar, no toda el agua envasada viene de una fuente o manantial; un buen porcentaje tiene exactamente la misma procedencia y tratamiento que el agua de grifo. En todo caso y si somos muy puntillosos, podemos recurrir a los filtros. Siempre nos resultará más económico. Hagamos cuentas.
  • Si tenemos que llamar a un número de pago (para un servicio bancario, consulta técnica, etc.), hagámoslo desde nuestro teléfono fijo, en lugar de usar el móvil. Las tarifas son bastante más baratas. Resta y sigue.
  • Tener aficiones sencillas conlleva un ahorro considerable en las cuentas familiares. No por ser baratas resultan menos gratificantes: caminar, correr, ejercitarse en casa en vez de pagar un gimnasio, leer, escribir, escuchar música, bailar… Se pueden hacer muchas cosas por poco dinero.

Podíamos extendernos mucho más, pero les animo a seguir pensando. Para finalizar quisiera compartir una honesta y excelente reflexión de Francisco Alcaide sobre el hecho de tener o no tener dinero:

“Puedes ser pobre o ser rico, pero ser pobre no es mejor que ser rico, igual que tener los ojos azules no es mejor que tenerlos marrones. No ganar dinero no es una virtud. Hay mucha gente que cree que son mejores personas por ganar poco dinero. Creen que son más espirituales y buenas personas. Una estupidez como un templo. Ni la bondad ni la espiritualidad dependen del tamaño de la cuenta corriente. Es más, cuanto más dinero ganas, a más gente puedes ayudar (donaciones), en más proyectos puedes invertir (generando dinamismo económico) y más puedes consumir (permitiendo que otros se beneficien de tus compras además de generar impuestos). El dinero también es Amor, cuando uno lo ve de esa manera y lo utiliza de esa manera. Evidentemente, hay que intentar que la gente tenga un concepto ‘sucio’ del dinero (creencias limitantes en el inconsciente) para que no lo ganen, porque la definición de Dinero es esta: Dinero = Libertad Impresa. Cuando tú no tienes problemas de dinero, tú gobiernas tu vida; cuando tienes problemas de dinero, la vida te gobierna a ti. Y no interesa que la gente sea libre”.

Evidentemente, para tener dinero, hay que ganarlo. También hay que NO despilfarrarlo y SABER ahorrar. Todos quisiéramos ”ser millonarios”. Pero cuando pensamos en ello, seguramente tenemos en mente poder GASTARNOS alegremente esos millones, que es precisamente lo contrario de SER millonario.

Piensen en ello y sigan ahorrado.

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